Una vez liberado de las ataduras , y mientras era sostenido por los dos infantes , el que le había inmovilizado terminó de desgarrarle la maltrecha túnica , respetando , sin embargo , el taparrabo . Con una precisión y soltura que me dejó perplejo , aquellos romanos tumbaron boca arriba al inconsciento guerrillero , extendiendo ( la expresión mas exacta sería tensando ) sus brazos sobre el madero . Al tratarse de un patibulum perfectamente cilíndrico , cada uno de los infantes encargados de tirar de los brazos se arrodilló frente a uno de los extremos del leño , sujetándolo con sus rodillas y muslos . De esta forma se lograba una aceptable estabilidad durante el proceso de enclavamiento .
Cuando los verdugos consideraron que el patibulun se hallaba perfectamente retenido , hicieron una señal con la cabeza y el soldado responsable de la impedimenta acudió hasta lam cabecera , arrodillandose también sobre la blanca roca . Sus musculosas rodillas hicieron presa en la cabeza del reo , aplastando prácticamente sus oídos . Simultaneamente , aunque aquella última medida de seguridad no parecía necesaria en el caso del inerme << bandido >> , un cuarto mercenario unió los tobillos , rodeándolos con la cadena .
El soldado que se habia apostado por detras del reo , controlando su cabeza , extrajo uno de los largos clavos que había dispuesto en el interior de su cinturón . A su derecha , sobre la costra del Gólgota , descansaba uno de los voluminosos mazos .
El Maestro , que al verse desasistido había caído de rodillas sobre el Calvario , continuaba en la misma postura , dentro del circulo que formaba el pelotón y de frente a los stipes . Sin embargo , no creo que llegase a contemplar aquella escena . Su cabeza y su vista estaban dirigidas hacia tierra y así continuó hasta que fue reclamado por los hombres de Longino .
Con una minuciosidad propia de un profesional de dilatada experiencia en aquel funesto menester , el ejecutor romano tomó el clavo en su mano derecha y fue palpando con la afilada punta los diversos huesecillos del carpo o muñeca izquierda por su cara palmar . Noté cómo las arterias radial y cubital , presionando suavemente la vena que lleva este último nombre .
Autor :J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Cuando los verdugos consideraron que el patibulun se hallaba perfectamente retenido , hicieron una señal con la cabeza y el soldado responsable de la impedimenta acudió hasta lam cabecera , arrodillandose también sobre la blanca roca . Sus musculosas rodillas hicieron presa en la cabeza del reo , aplastando prácticamente sus oídos . Simultaneamente , aunque aquella última medida de seguridad no parecía necesaria en el caso del inerme << bandido >> , un cuarto mercenario unió los tobillos , rodeándolos con la cadena .
El soldado que se habia apostado por detras del reo , controlando su cabeza , extrajo uno de los largos clavos que había dispuesto en el interior de su cinturón . A su derecha , sobre la costra del Gólgota , descansaba uno de los voluminosos mazos .
El Maestro , que al verse desasistido había caído de rodillas sobre el Calvario , continuaba en la misma postura , dentro del circulo que formaba el pelotón y de frente a los stipes . Sin embargo , no creo que llegase a contemplar aquella escena . Su cabeza y su vista estaban dirigidas hacia tierra y así continuó hasta que fue reclamado por los hombres de Longino .
Con una minuciosidad propia de un profesional de dilatada experiencia en aquel funesto menester , el ejecutor romano tomó el clavo en su mano derecha y fue palpando con la afilada punta los diversos huesecillos del carpo o muñeca izquierda por su cara palmar . Noté cómo las arterias radial y cubital , presionando suavemente la vena que lleva este último nombre .
Autor :J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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