El oficial romano tuvo que hacer un supremo esfuerzo para calmar su nerviosismo y el de sus hombres . Si los hebreos eran temerosos de este tipo de manifestaciones , los romanos aún lo eran mucho más . A fuerza de imperiosos gritos , Longino logró finalmente que sus soldados ocuparan los puestos de vigilancia asignados por el optio antes de la tormenta de arena . A juzgar por el vocerío que se levantaba más hallá de la muralla , la confusión y el miedo entre los peregrinos y habitantes de jerusalén tenían que ser extremos . Mientras aquella área permaneció en la penumbra , muchos curiosos llegaron a asomarse bajo el arco del portalón de Efraín , intrigados y , supongo , ansiosos por saber si todo << aquello >> tenía alguna vinculación con el prodigioso Maestro de Galilea . Pero ninguno tuvo valor para aproximarse . Mejor dicho , hubo un grupo que sí lo hizo ...
A los pocos minutos de iniciarse las << tinieblas >> , por el camino que partçía de jerusalén se destacó una veintena de personas . Con paso ligero y decidido fue acercandose al filo de la gran roca . A causa de las sombras no pude distinguir al apóstol Juan hasta que se detuvo a escasos metros de donde me encontraba . Al fin había vuelto . Le acompañaba otro hombre y unas 18 mujeres todas ellas semiocultas por sus ropones . Pero no supe reconocer a ninguno de los amigos del Zebedeo .
Era sumamente extraño . En realidad , todo lo era desde al aproximación de aquel objeto , que seguía fijo e impertubable sobre nuestras cabezas . Precisamente a raiz de su aparición en el espacio - aunque no me percaté de ello hasta la llegada de Juan y su grupo -, el viento había cesado . y con él , todos los sonidos propios y naturales del campo . Al menos , los que habitualmente venía percibiendo. Incluso , los fugaces trinos de las golondrinas y demás aves y el zumbido de los insectos y de aquellas nuves de moscas verdes y gruesas como monedas de un centavo que , antes del paso del << haboob >> , habían empezado a posarse a decenas sobre la sangre de los crucificados .
Autor J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
A los pocos minutos de iniciarse las << tinieblas >> , por el camino que partçía de jerusalén se destacó una veintena de personas . Con paso ligero y decidido fue acercandose al filo de la gran roca . A causa de las sombras no pude distinguir al apóstol Juan hasta que se detuvo a escasos metros de donde me encontraba . Al fin había vuelto . Le acompañaba otro hombre y unas 18 mujeres todas ellas semiocultas por sus ropones . Pero no supe reconocer a ninguno de los amigos del Zebedeo .
Era sumamente extraño . En realidad , todo lo era desde al aproximación de aquel objeto , que seguía fijo e impertubable sobre nuestras cabezas . Precisamente a raiz de su aparición en el espacio - aunque no me percaté de ello hasta la llegada de Juan y su grupo -, el viento había cesado . y con él , todos los sonidos propios y naturales del campo . Al menos , los que habitualmente venía percibiendo. Incluso , los fugaces trinos de las golondrinas y demás aves y el zumbido de los insectos y de aquellas nuves de moscas verdes y gruesas como monedas de un centavo que , antes del paso del << haboob >> , habían empezado a posarse a decenas sobre la sangre de los crucificados .
Autor J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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