viernes, 27 de marzo de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 1 - 4 de abril , martes ( 2 )

Contento por mi descubrimiento , arranqué un copioso ramo y proseguí la marcha .
Al llegar ba la aldea , el familiar ruido de la molienda del grano me puso sobre aviso : los habitantes de Betania hacía tiempo que se afanaban en sus quehaceres y , presumiblemente , el Maestro de Galilea - consumado madrugador - habría iniciado ya su jornada  . No tenía tiempo que perder .
Al entrar en la casa de Lázaro , la familia me saludócon vivas muestras de alegría  , ofreciéndome el tradicional beso en la mejilla . Marta , en especial , parecía mucho más nerviosa y feliz que el resto por mi nueva visita  .  Pero su turbación llegó al límite cuando , inesperadamente , puse en sus manos el racimo de juncias  . Sus profundos ojos negros se clavaron en los míos  . Y al instante , en uno de sus peculiares arranques , se separó del grupo , refugiándose a la carrera en una de las estancias del patio central . María y Lázaro no pudieron conte3ner las risas .
Pero mis pensamientos estaban centrados en Jesús e interrogué de inmediato a Lázaro sobre el paradero del maestro . Aquel interés mío por el Galileo debió de llenarle de satisfacción y atendiendo mi ruego se brindó a acompañarme hasta la mansión de Simón , <<  el leproso >>.
Por la posición del sol debían ser la siete de la mañana cuando , tras cruzar el jardín , me reincorporé al grupo de discípulos que conversaba con el rabí al pie de la escalinata donde yo había mi primera conversación con el Maestro.
Prudentemente me mantuve al fondo de la nutrida reunión , observando que , además de los doce hombres de confianza , asistían una decena de mujeres  - elegidas igualmente por Jesús al principio de su ministerio -, así como veinte o veinticinco discípulos todos ellos muy amigos del Galileo , amén del propietario de la casa : el anciano Simón.
Por el tono de su voz , más grave de lo habitual , comprendí que aquella reunión encerraba un sentido muy especial . No me equivoqué  . Jesús , ante los atónitos ojos de sus amigos  , fue diciéndoles adiós . En aquel instante pulsé disimuladamente el clavo de cobre , activando la filmación simultánea . nadie se percató de la maniobra . Sin embargo , y así creo que debo registrarlo en honor a la verdad , en el momento en que inicié la grabación , el gigante  - que se hallaba de espaldas y conversando con el grupo de mujeres - giró súbitamente la cabeza , fijando primero su mirada en mi y , acto seguido , en la vara que yo sujetaba  con mi mano derecha .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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