martes, 16 de agosto de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 6 - 18 de agosto , sábado ( 32 )

En otras zonas de Palestina , el fruto del laurel se aprovechaba también para la obtención de un aceite verde oscuro , muy aromatico , que añadían en la fabricación de jabones de lujo .
Al llegar al portalón de la muralla , abierto de par en par , conscientes de que las incombustibles vendedoras podían enredarnos hasta el infinito , me las ingenié para rescatar a Eliseo , escapando vergonzosamente - lo sé - hacia el interior de la posada . A nuestras espaldas , inevitables , sonaron silbidos de protesta y más de una maldición .
En principio no teníamos intención de pernoctar en le lúgrubre y poco recomendable albergue . Pero , ya que estábamos allí , bueno sería echar una ojeada . Con el destino nunca se sabe ...
El amplio patio se hallaba desierto . Como en la mayoría de las edificaciones de la comarca , el basalto era el principal , casi único , material empleado en la construcción . Grandes losas oscuras , heridas , polvorientas y achacosas pavimentaban la desahogada explanada .
A la izquierda ( tomando como referencia el portalón ), al pie de la tapia , se alzaban un pozo cuadrado y dos estrechos y altos abrevaderos , adosados al brocal y paralelos a la muralla . Una pareja de onagors , suelta y aburrida , bebía con desgana  , peleando sin éxito contra una pertinaz y zumbante mancha de tábanos . Los jumentos nos miraron huraños .
A la derecha y al frente , en forma de << L >> , se levantaba el negro y hostil edificio de la posada . Una viejísima y estirada casona de dos plantas , tan aburrida y mal encarada como los burros . En la parte baja , a través de siete oscuros y corpulentos arcos , se adivinaban los establos , probablemente vacíos . Y en la zona superior , la típica y tradicional galería , proporcionando cobijo a una treintena de menguadas y deslucidas puertas de madera . Casi con seguridad , las habitaciones de los clientes . En los extremos de la << L >> , sendas escaleras de piedra , empotradas en los muros , permitían el acceso al corredor y a las celdas . E lo alto de los peldaños , colgadas de los dinteles , aparecían otras tantas cortinas rojas . Aquello , en todas las posadas , anunciaba que aún quedaba sitio para posibles y rezagados caminantes .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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