miércoles, 24 de agosto de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 6 - 19 de agosto , domingo ( 13 )

Parecían cicatrices , evidentemente provocadas . Una suerte de escarificación o incisiones en la piel , brutales e intencionadamente resaltadas , que hacían las veces de los tradicionales tatuajes pintados . Tal y como averiguríamos más adelante , algo bastante habitual entre las razas africanas .
Superada en parte la crisis , el negro volvió a sentarse y , sin dejar de gesticular rompió a reír . Y las carcajadas , sonoras e interminables , atronaron el kan, poniendo en fuga a las aves del cañaveral.
Nos encontrábamos , en efecto , ante un desequilibrado . Un pobre infeliz que permanecía encadenado día y noche .
Semanas más tarde , en una segunda visita al triste lugar , esta vez en la compañía del Maestro , Assi , el auxiliador , me proporcionó algunos datos complementarios que dieron una pista sobre el mal que aquejaba al muchacho negro . El esclavo , recogido en el kan desde hacía años , era víctima de un síndrome poco común , ligado a la locura . Una dolencia que en nuestro tiempo recibe el nombre de amok. Un mal , de origen oscuro , que le hacía estallar en frecuentes y repentinos ataques de ira , golpeando e hiriendo a cuantos se cruzasen en su camino . La peligrosidad del sujeto obligó a encadenarlo y aislarlo . Verdaderamente , en aquella época y con los rudimentarios medios al alcance del paciente esenio , no había demasiadas alternativas ...
Una desgarradora secuencia de chillidos nos sacó de la atenta observación del encadenado .
Mi hermano , nervioso , suplicó que lo dejara . Ya era suficiente ...
Pero la curiosidad tiró de mí . Allí , efectivamente , sucedía algo extraño . El kan no estaba vacío ni abandonado .
Eliseo , intuitivo , pronosticó nuevos sobresaltos .
No repliqué . Intenté localizar el lugar del que partían los gritos y , a grandes zancadas , me dirigí a él.
El ingeniero , maldiciendo su estampa , no tuvo más remedio que seguirme .
Nunca imaginé lo que encerraban aquellas chozas ...
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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