jueves, 9 de octubre de 2014

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 1 - 1 de Abril , sábado ( 3 )

La hacienda de Simón , el hombre más rico e importante de Betania desde la muerte del padre de Lázaro , se levantaba a escasa distancia y también en el núcleo oriental de la población . La única diferencia sustancial con la casa de mi amigo era el frondoso jardín - cuajado de cipreses , algarrobos y palmeras  - perfectamente cercado por un muro de piedra de dos metros de altura . En Jerusalén , excepción hecha de la rosaleda , los jardines estaban prohibidos . Aquella norma , en cambio , no obligaba a las restantes ciudades  . Simón , fervoroso creyente y seguidor del Cristo , era , ademas , un enamorado de las plantas , pasando buena parte de su ya avanzada ancianidad entre rosas , gálbanos , luminosos y perfumados estoraques de flores blancas , jaras y los curiosos tragacantos , de cuyas ramas y torcos fluye una preciada goma blanquecina , altamente medicinal.
A las puertas de la hacienda se apiñaba una silenciosa muchedumbre , a la espera de poder ver al Maestro . Como si se tratase de un estadista del siglo xx , varios discípulos de Jesús permanecían apostados junto al portón , con las espadas ocultas por la faja y el manto controlando las entradas y salidas de los amigos , familiares y servidores de la casa : los únicos autorizados a traspasar el umbral .
No tube el menor problema para cruzar ante los hombres del Galileo . Mi amistad para con Lázaro y el oportuno gesto de Jesús , saludándome la tarde del día anterior , habían hecho que me ganara las simpatias y confianza de los apóstoles . Al verme , uno de los discípulos  - Judas , gemelo del otro Alfeo - me preguntó si buscaba a alguien en particular . Le dije que a Jesús y se brindó encantado para acompañarme . Al traspasar la puerta principal me encontré ante el cuidado y dilatado jardín . Un estrecho camino , adoquinado con piedras blancas ( caliza , sin duda ), nos condujo en linea recta hasta la explanada abierta al pie mismo de la escalinata de mármol que daba acceso a la casa .
No fue necesario que Judas me señalara a su Maestro . El gigante se hallaba rodeado de una decena de niños , ¡ jugando!
Autor :J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio martinez

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