viernes, 17 de julio de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 2 - El Diario ( 45 )

No tardé  mucho en desistir  . Tras una corta  incursión  en un reducido campo en el que crecian  unos jovéncisimos  olivos , una serie de modernas  fincas me cortó el paso . Todo había sido arrollado por el progreso . Una vez más  , perdido en mi propio presente  , lamenté que los seres humanos no hayan  sabido o querido respetar un entorno tan entrañable  y sagrado como aquél  . Sé que es un sueño imposible  , pero ¿ no hubiera  sido más emotivo  y auténtico  conservar , tal cual eran , los lugares  donde vivió el Cristo , sin iglesias ni santuarios ? Después de estas decepcionantes  vivencias  , comprendo mejor a los seguidores  del rabí de Galilea que eligen remomar su recuerdo , alejándose de los tradicionales << santos lugares >> y buscando aquellos parajes  - montañas , desiertos  , playas de Galilea o campiñas - que siguen vírgenes  y sin transformación alguna .
Poco faltópara que , al descender hacia la transitada  carretera de Derech Yericho - la que pasa frente a la iglesia de Getsemaní -, siguiera mi camino , en busca de un taxi que me devolviera al hotel . Pero << algo >> inexplicable  , esa especie de fuerza interior  que me acompaña desde << entonces >>  , me obligó a detenerme frente a la puerta de  del Holy Place : el jardín  donde se conservan y miman ocho venerables  olivos que , según la tradición , fueron los mismos  que cobijaran al Maestro . Tras sortear a los invitables  vendedores ambulantes y a los áraves que se empeñan en montar a los turistas en sus camellos , penetré  en el silencioso y sosegado recinto . Empezaba a llover y la mayoría  de los escasos  visitantes  se precipitaban  hacia la salida  . Al ver los ancianos y enroscados olivos  sentí un estremecimiento . Algunos  de aquellos vetustos y gruesos  ejemplares  sí eran idénticos  a los que crecían en la propiedad de Simón << el leproso >> . Aferrado a la cerca de hierro que los separa  y protege  del publico y absorto en la contemplación de aquellos posibles  testigos mudos  del paso de Jesus de nazaret durante sus caminataspor la falda del Olivete  , no me percaté  de la intensa lluvia que me empapaba  . Hasta que , providencialmente  , casi como una aparición  , vi surgir  de debajo de uno de los frondosos olivos  , a un personaje  menudo que , a buen paso , se situó frente a mi . Con una luminosa  sonrisa , el franciscano me devolvió a la realidad , recordándome  que estaba lloviendo .Y sin más protocolo me hizo cruzar la verja  , conduciendome  al pie del gigantesco árbol del que le había visto  separarse segundos antes .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio martinez

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