miércoles, 15 de julio de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 2 - El Diario ( 32 )

Al desembocar en la gran explanada  existente a los pies  del muro occidental del antiguo Templo , ciento de personas , la mayoría turistas  , deambulaban de aquí para allá , curioseando y tomando fotografías  . Me aproximé  despacio a la muralla  . Era increible  que , de aquella monumental construcción  que yo viera  en nuestro primer salto , sólo quedase en pie  un reducido paño de sillería  de doce escaos  metros de altura  y poco más de 70 de longitud . Numerosos  rabinos y fieles  judíos  , entre los que destacaban niños y jovencitos  , rezaban o leían los rollos de la Ley , con los rostros materialmente pegados a los gigantescos  y erosionados  bloques  cenicientos  . La devoción y respeto de aquellos israelitas  , cubiertos con sus mantos blancos y típicos sombreros negros y con las filacterias sujetas a la frente , eran sobrecogedores .
 Levanté los ojos , recorriendo minuciosamente las once hileras de piedra que aún resistian  elpaso de los siglos , descubriendo cómo algunas cosas  no habían cambiado en el venerable  muro . Entre los huecos  y ranuras de los imponentes bloques  seguían floreciendo manojos de hierbas silvestres  , cobijando a buen número de palomas y pajarillos . Y entre el susurro de aquellasm plegarias aparecieron en mi memoria  las palabras que pronunciara Jesús de Nazaret en el atardecer del Martes , 4 de abril del año 30 :
<<....  ¿ Habéis  visto esas piedras y ese templo macizo  ? Pues en verdad , en verdad os digo que llegaran días muy proximos  en los que no quedará piedra sobre piedra . Todas seran echadas abajo . >>
Impulsado por una extraña fuerza me acerqué a una de las moles de piedra . Mis manos acariciaron la rugosa superficie  y mi rostro , lenta y suavemente , fua a tocar aquella segunda hilera .Cerré los ojos  , intentando captar la formidable energía  que , sin lugar a dudas , almacenaba aquella reliquia  . Mi alma necesitaba  desesperadamente una señal , un simple recuerdo , quizá el fugaz perfume de unas piedras que habían sido mudos testigos de la presencia de Cristo ... Un llamto dulce y sosegado fue la única respuesta.
Autor J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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