sábado, 15 de octubre de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 7 - 17 de setiembre - lunes año 25 ( 4 )

Y cargando sacos y tiendas , el Maestro y estos exploradores se alejaron del mahaneh , el rustico campamento ubicado en la cota 2.ooo , muy cerca de las nevadas cumbres del Hermón ; un paraje difícil de olvidar y al que tendríamos la fortuna de regresar en su momento .
El Galileo , en cabeza , tomó el senderillo que culebreaba entre los árboles , e inició el descenso hacia el refugio de piedra en el que la familia de los Tiglat acostumbraba a depositar loa provisiones todos los lunes y jueves  . Mi hermano lo seguía a corta distancia , y quien esto escribe , como siempre m cerraba la menguada expedición.
La niebla , advertida quizá por el sol , parecía detenida en los alrededores del dolmen . Eso nos benefició , permitiendo un avance más rápido y seguro .
¿ Un avance ? ¿ Hacia dónde nos dirigíamos ? Ni eliseo ni yo cambiamos impresiones con el Maestro . Sencillamente , nos limitamos a seguirlo . Él en todo momento , tomó sus propias decisiones . No podía ser de otra forma . Según mi hermano , esa mañana , mientras acompañaba a Jesús al último baño en la llamada << piscina de yeso >> poco faltó para que lo interrogara sobre sus inmediatos planes . El ingeniero , sin embargo , fiel a las normas , optó por el silencio . Era mejor así .
Alcanzamos el << refugio >> , en la cota 1 800 , en cuestión de minutos . Jesús parecía tener prisa .
Pensé que haría un alto y esperaría la llegada de Tiglat con las provisiones . Ma equivoqué . El Maestro dejó atrás el pequeño semicírculo de piedras negras que había servido de almacén y prosiguió por la senda , rumbo a la aldea de Bet Jenn . Eso , al menos , fue lo que supuse . Era verosímil que Jesús quisiera despedirse de la amable familia .
La estrecha y voluntariosa huella de ceniza volcánica desembocó , al fin , en un claro de tristes recuerdos . Jesús se detuvo y , en silencio , contempló la media docena de osamentas y vísceras de cabra que colgaban de las ramas de la corpulenta sabina . Allí , casi descarnada , oscilaba también la cabeza de Ot , el fiel y valiente perro de Tiglat , decapitado por uno de los bucoles ( bandidos de la Gaulanitis ) . Y durante algunos segundos rememoré la lucha bajo el fortísimo aguacero y la huida de los bucoles .
Eliseo y yo cruzamos una significativa mirada . Nadie dijo nada .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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