lunes, 24 de octubre de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 7 - 17 de setiembre , lunes - año 25 ( 38 )

Uno de los infelices , no sé si como consecuencia de los empellones o por hallarse trabado con la cuerda , había caído pesadamente y permanecia mudo , con la cara hundida en la escoria volcánica .
Eliseo y yo lo seguimos con la mirada . Creo que el restos de los ayudantes no se percataron de la decisiva maniobra del Galileo . Y digo decisiva porque aquel anciano , ciego y sordo , se estaba asfixiando con la ceniza que cubría el kan . Por lo que alcancé a distinguir , el hombre padecía lo que hoy llamamos enfermedad de Paget , una dolencia de origen desconocido que ataca esencialmente a los huesos y los destruye de forma rápida e irregular . Las piernas , muy arqueadas , parecían de trapo . No obedecían las órdenes cerebrales . La sobreactividad osteoclástica había erosionado el esqueleto , atacando , sobre todo , la cabeza. La enfermedad lo había transformado en un monstruo , con un espectacular engrosamiento de los huesos del cráneo . Yo jamás había visto una cabeza tan enorme y desproporcionada ...
El Maestro lo incorporó y se apresuró a limpiar boca y fosas nasales . El hombre respiraba ...
¿ Endeminiados ?  ¿ Un pobre viejo con una osteítis que estaba arruinando sus huesos y que , presumiblemente , se hallaba ciego y sordo como consecuencia de esa inflamación aguda y crónica de los huesos ? Era injusto , lo sé , pero debía acostumbrarme . Éramos observadores , Sólo eso ...
El Maestro , entonces , sentándose junto al anciano , solicitó de Assi una de las raciones  de pescado . Tinieblas , atento , dejó al niño que portaba entre los brazos a los pies del esenio y se apresuró a cumplir los deseos del Hijo del Hombre . Jesús troceó la tilapia recién asada y fue introduciendo el pescado en la boca del << poseído >> . Una apagada bendición fue la particular forma de agradecer la ayuda del Galileo . Pero el anciano no obtuvo respuesta . Jesús , serio y grave , sólo se preocupó de alimentarlo .
Supongo que fue excesivo para él . Mi hermano , desolado , optó por retirarse . Me hizo una señal . Cargó el saco de viaje y se alejó unos metros del fuego . Lo vi cubrirse con la mano y buscar acomodo en el suelo de ceniza . Al poco oí sus familiares ronquidos ...
La luna , en creciente , se despedía ya en un firmamento en blanco y negro .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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