En varias ocasiones sus ojos y los míos coincidieron . Y en un diálogo sin palabras nos interrogamos mutuamente . A diferencia del Zebedeo , en su mirada no latía el rencor . Al contrario : gentil , me respondió con una cálida sonrisa . Pero la valerosa mujer, tan destrozada como lo demás, se vió atacada por el sueño y el cansancio , no pudiendo evitar alguna que otra cabezada . Sin embargo , preocupada por el herido , terminaba por despabilarse , vigilando los lienzos que humedecían las sienes de Natanael . Poco faltó para que , en tan grato paréntesis , me decidiera a hablar, confesándole mi verdadera personalidad y propósitos . La sola idea de que mis fustrantes actuaciones en el parto y con la víbora pudieran cerrarme tan vital fuente de información sobre la llamada<< vida oculta >> de Jesús me tenía obsesionado . Era mucho lo que restaba por conocer de ella y su familia eran los depositarios del gran tesoro . No podía perder su amistad y , mucho menos , su confianza ...
El regreso de Meir hizo inviable esta cada vez más firme decisión . Pero me juré que , a la primera oportunidad , le abriría mi corazón , explicándole - empeño nada fácil - quien era y el porque de mi << cobarde comportamiento >>.
Casi lo había olvidado . Sin embargo , el hospitalario rofé estaba en todo . Era el sagrado momento de la cena .Verificó la temperatura de Bartolomé y , tras invitarnos a las abligadas abluciones , depositó en el piso una bandeja de madera , generosamente surtida . Imité a María , lavando mis pies y la mano derecha ( utilizada habitualmente para comer ) . Aguardamos respetuosamente a que el anciano concluyera su rápida bendición y , desfallecidosn , dimos buena cuenta del refrigerio : guisantes hervidos en aceite , tortas de trigo recién doradas , higos , dátiles , nueces peladas - uno de mis frutos favoritos -, queso rancio que , prudentemente , no degusté y pescado salado y vino caliente devidamente aromatizado , cómo no , con esencia de rosas .
Siguiendo la recomendación de María , Juan no fue despertado . Y satisfechas las primeras hambres , la conversación se encauzó hacia el tema predilecto de los allí presentes : el Maestro.
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
El regreso de Meir hizo inviable esta cada vez más firme decisión . Pero me juré que , a la primera oportunidad , le abriría mi corazón , explicándole - empeño nada fácil - quien era y el porque de mi << cobarde comportamiento >>.
Casi lo había olvidado . Sin embargo , el hospitalario rofé estaba en todo . Era el sagrado momento de la cena .Verificó la temperatura de Bartolomé y , tras invitarnos a las abligadas abluciones , depositó en el piso una bandeja de madera , generosamente surtida . Imité a María , lavando mis pies y la mano derecha ( utilizada habitualmente para comer ) . Aguardamos respetuosamente a que el anciano concluyera su rápida bendición y , desfallecidosn , dimos buena cuenta del refrigerio : guisantes hervidos en aceite , tortas de trigo recién doradas , higos , dátiles , nueces peladas - uno de mis frutos favoritos -, queso rancio que , prudentemente , no degusté y pescado salado y vino caliente devidamente aromatizado , cómo no , con esencia de rosas .
Siguiendo la recomendación de María , Juan no fue despertado . Y satisfechas las primeras hambres , la conversación se encauzó hacia el tema predilecto de los allí presentes : el Maestro.
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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