Tan sólo en las dos << vias >> que he dado en calificar de << importantes >> habían sido dispuestas sendas canalizaciones , consistentes en una zanja central de quince centímetros de profundidad por treinta o cuarenta de anchura , según los lugares .
Al principio , en mi proverbial torpeza , perdido una y otra vez entre los estrechos patios y pasadizos , me vi en la necesidad de retroceder , sorteando los cajones de madera que hacían las veces de improvisados fogones y a las mujeres y ancianos que vigilaban los guisotes . Ninguno protestó por la irreverente invasión de sus dominios . En realidad , aunque cada propiedad debía hallarse perfectamente delimitada , la aldea , como ya mencioné , era un todo sin muros ni barreras . La proximidad de las casas era tal que en infinidad de lugares , dos hombres tenían dificultades a la hora de pasar uno junto al otro . Algunas mujeres , aprovechando el frescor de la mañana , baldeaban a las puertas de las viviendas , arrojando el agua con las manos desde grandes tinajas depositadas en tierra . En otros rincones , sin embargo , las basuras y el lodo formaban grandes y apestosos montones , cubiertos de moscas y de asustadizos gatos negros y atigrados .
Con la permanente visión del Nebi como referencia fui ascendiendo por las rampas y escalones de ladrillo cocido , espiado por las curiosas miradas de las matronas y de los niños . Numerosos callejones se hallaban combreados por tejadillos de cañizos que volanban de terraza en terraza y , en ocasiones , por los sarmentosos brazos de tupidas parras que daban vida a los ciegos muros , la mayoría sin ventanas . Uno de los aspectos que más gratamente me impresionó de tan humildísima aldea fueron las flores . No había casa que no las tuviera . Alineadas a uno y otro lado de las puertas , llenando patios o trepando fachadas florecían la menta , el jazmín , las enredaderas , los rojos tulipanes de montaña , los narcisos de mar y una pulsante << paleta >> de blancas , escarlatas , amarillas y violetas anémonas , ranúnculos y rosas . La fragancia y el colorido de aquellos minúsculos jardines hacían olvidar en parte la suciedad y el abandono de muchos de los recovecos del poblado . Sólo así , experimentando in situ la pequeñez y la modesta condición del lugar , empecé a comprender la fundada frase de Bartolomé : << ¿ Es que de Nazaret puede salir algo bueno ? >>
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Al principio , en mi proverbial torpeza , perdido una y otra vez entre los estrechos patios y pasadizos , me vi en la necesidad de retroceder , sorteando los cajones de madera que hacían las veces de improvisados fogones y a las mujeres y ancianos que vigilaban los guisotes . Ninguno protestó por la irreverente invasión de sus dominios . En realidad , aunque cada propiedad debía hallarse perfectamente delimitada , la aldea , como ya mencioné , era un todo sin muros ni barreras . La proximidad de las casas era tal que en infinidad de lugares , dos hombres tenían dificultades a la hora de pasar uno junto al otro . Algunas mujeres , aprovechando el frescor de la mañana , baldeaban a las puertas de las viviendas , arrojando el agua con las manos desde grandes tinajas depositadas en tierra . En otros rincones , sin embargo , las basuras y el lodo formaban grandes y apestosos montones , cubiertos de moscas y de asustadizos gatos negros y atigrados .
Con la permanente visión del Nebi como referencia fui ascendiendo por las rampas y escalones de ladrillo cocido , espiado por las curiosas miradas de las matronas y de los niños . Numerosos callejones se hallaban combreados por tejadillos de cañizos que volanban de terraza en terraza y , en ocasiones , por los sarmentosos brazos de tupidas parras que daban vida a los ciegos muros , la mayoría sin ventanas . Uno de los aspectos que más gratamente me impresionó de tan humildísima aldea fueron las flores . No había casa que no las tuviera . Alineadas a uno y otro lado de las puertas , llenando patios o trepando fachadas florecían la menta , el jazmín , las enredaderas , los rojos tulipanes de montaña , los narcisos de mar y una pulsante << paleta >> de blancas , escarlatas , amarillas y violetas anémonas , ranúnculos y rosas . La fragancia y el colorido de aquellos minúsculos jardines hacían olvidar en parte la suciedad y el abandono de muchos de los recovecos del poblado . Sólo así , experimentando in situ la pequeñez y la modesta condición del lugar , empecé a comprender la fundada frase de Bartolomé : << ¿ Es que de Nazaret puede salir algo bueno ? >>
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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