En esa fecha , como fue dicho , estos peregrinos abandonarían Nazaret y , pasando por la aldea del << oso >> , le recogerían , rumbo al lago .
El cielo , abierto en grandes claros , prometía una jornada calurosa . Fue una lástima no entrar en la población . Aquella pequeña ciudad - no hubiera sabido explicar por qué - me atraía intensa y especialmente . Ahora pienso que , en buena medida , la causa se hallaba en mi espíritu científico . Ardía en deseos de << volver atrás >> y enfrentarme al supuesto prodigio del vino . Algo tan aparentemente concreto y susceptible de análisis no podía escapar a nuestro método .
Juan y la Señora , conocedores del terreno , ahorraron tienpo , bordeando Caná por su flanco este . Y ágiles , con el espíritu pletórico - en especial Maria -, disfrutando de la fragancia del olivar que nos escoltaba por la izquierda , salvamos los quinientos metros que nos separaban de uno de los tres senderos que unían la aldea al resto del mundo . este camino nacía al sur de la población y , sorteando una entrevesada y fértil área de huertos , trepaba en dirección sureste , bifurcandose a cosa de dos kilómetros . En este punto , el ramal de la derecha giraba cuarenta y cinco grados , perdiéndose en dirección sur .
Nada más pisar la estrecha y descuidada vereda , robada a un monte bajo y espinoso , el terreno , accidentado y convulso en los arededores de Caná , se tornó tormentoso , preñado de barrancas y en continuo ascenso . El Zebedeo , con razón , forzó la Marcha , aprovechando el frescor del amanecer y de las cúpulas verdinegras de los bosques de algarrobos y robles del Tabor que , con sus majestuosas copas de hasta veinte metros de circunferencia , dibujaban continuos << túneles >> en los que anidaban asustadizas cochas perdices y escandalosas urracas . Y en pocos minutos , con un Juan impenetrable a la cabeza , cargando el odre de agua del que no había querido separarse , una María en el centro , ilusionada por el retorno a casa y este explorador cerrando el grupo , atento a las posibles referencias geográficas , Caná quedó atras , como un nido blanco entre verdores . Por nuestra derecha , burlando vaguadas y desafiando las boscosas laderas , nos acompañó durante veinte o treinta minutos una canalización de agua a cielo abierto , levantada a base de coraje y de una blanca piedra caliza resquebrajada , soldada con mortero . La obra , que ascendía hasta una cota de 532 metros , abastecía de agua a las casi 18 000 almas que residían en la ciudad de Natanael y a los huertos y plantaciones próximos ; en especial a los situados en la cara sur . Ni que decir tiene que el oportuno acueducto constituyó una inmejorable información a la ora de caminar en una u otra dirección.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
El cielo , abierto en grandes claros , prometía una jornada calurosa . Fue una lástima no entrar en la población . Aquella pequeña ciudad - no hubiera sabido explicar por qué - me atraía intensa y especialmente . Ahora pienso que , en buena medida , la causa se hallaba en mi espíritu científico . Ardía en deseos de << volver atrás >> y enfrentarme al supuesto prodigio del vino . Algo tan aparentemente concreto y susceptible de análisis no podía escapar a nuestro método .
Juan y la Señora , conocedores del terreno , ahorraron tienpo , bordeando Caná por su flanco este . Y ágiles , con el espíritu pletórico - en especial Maria -, disfrutando de la fragancia del olivar que nos escoltaba por la izquierda , salvamos los quinientos metros que nos separaban de uno de los tres senderos que unían la aldea al resto del mundo . este camino nacía al sur de la población y , sorteando una entrevesada y fértil área de huertos , trepaba en dirección sureste , bifurcandose a cosa de dos kilómetros . En este punto , el ramal de la derecha giraba cuarenta y cinco grados , perdiéndose en dirección sur .
Nada más pisar la estrecha y descuidada vereda , robada a un monte bajo y espinoso , el terreno , accidentado y convulso en los arededores de Caná , se tornó tormentoso , preñado de barrancas y en continuo ascenso . El Zebedeo , con razón , forzó la Marcha , aprovechando el frescor del amanecer y de las cúpulas verdinegras de los bosques de algarrobos y robles del Tabor que , con sus majestuosas copas de hasta veinte metros de circunferencia , dibujaban continuos << túneles >> en los que anidaban asustadizas cochas perdices y escandalosas urracas . Y en pocos minutos , con un Juan impenetrable a la cabeza , cargando el odre de agua del que no había querido separarse , una María en el centro , ilusionada por el retorno a casa y este explorador cerrando el grupo , atento a las posibles referencias geográficas , Caná quedó atras , como un nido blanco entre verdores . Por nuestra derecha , burlando vaguadas y desafiando las boscosas laderas , nos acompañó durante veinte o treinta minutos una canalización de agua a cielo abierto , levantada a base de coraje y de una blanca piedra caliza resquebrajada , soldada con mortero . La obra , que ascendía hasta una cota de 532 metros , abastecía de agua a las casi 18 000 almas que residían en la ciudad de Natanael y a los huertos y plantaciones próximos ; en especial a los situados en la cara sur . Ni que decir tiene que el oportuno acueducto constituyó una inmejorable información a la ora de caminar en una u otra dirección.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
No hay comentarios:
Publicar un comentario
puede comentar todas las personas que lo deseen , con educación y respeto