Y quien esto escribe , contagiado por el torbellino de besos , caricias y dulces y tranquilizadoras palabras de los cinco , no pudo evitar que sus ojos parpadearan con frenesí , en una pelea a brazo partido con unas lágrimas casi desconocidaspara este solitario entre los solitarios . Y apretando las mandíbulas fui a descargar la tensión en la << vara de Moisés >> . Con tan mala fortuna que , al crispar los dedos sobre el cayado , pulsé involuntariamente el dispositivo del láser de alta energía , que se proyectó a dos cuartas de las sandalias de Jacobo . Y un humillo enano y blanquecino me dio la pista del impacto . Maldiciendo mi torpeza salté hacia el abstraido esposo de Miriam , pisando y ocultando el pequeño círculo de in milímetro escaso de diámetro que había aparecido en la estera . Jacobo , al encontrarse tan inxplicable y violentamente encarado al larguirucho griego , volvió en si y , mirándome atónito , buscó la razón . La estúpida mueca que leyó en mi rostro le confundió del todo . Creo que reaccioné , sonriendo . Y la necedad , esta vez , se propagó a mis ojos y lengua .
- ¡ Aleluya ! - grité . soltando lo primero que acudió a mi cerebro .
La expresión de júbilo - un tanto fuera de lugar - enarcó las cejas del cada vez más perplejo judío . Y cuando , supongo , se disponía a responderme , un hilo de humo y un parejo y desabrido tufo a espadaña quemada afloraron traidores bajo el calzado.
Jacobo , sin dejar de mirarme , olfateó confuso . Creí desmayarme . La potencia del láser de gas . capaz de taladrar una plancha de acero de trece milímetros en cuatro segundos - había destrozado aquella zona de la alfombra .
Lívido , retrocedí . ¿ Qué podía hacer ? Y el bueno de Jacobo , al descubrir a sus pies el humillo y el negro cerco , se apretó contra el muro de obra . Y alzando los ojos , buscó el origen del fuego en las oscuras vigas de la techumbre . Al no hallarlo giró la cabeza a uno y otro lado con idéntico éxito . Y entreabriendo los labios fue a posar sus desorbitados ojos en los mios , aullando :
- ¡ Fuego !
Allí concluyó el abrazo familiar . Maria y el resto se precipitaron sobre la porción de estera que este inutil , en un nuevo y desesperado intebto , trataba de sofocar . Y el cielo quiso que , al fin , el chamuscado cediese . No así la peste . Santiago y las mujeres , inclinados alrededor de la quemadura , no terminaban de entender lo sucedido . Pero María , tras un minucioso examen del orificio , me buscó con la mirada . Palidecí . Y del susto y la perplejidad , mi << complice >> varió a una radiante paz . No preguntó el porqué . Y guiñandome un ojo sonrió feliz , segura de que mi << poder y presencia >> eran el mejor de las protecciones para ella y los suyos . Tampoco repliqué ni me aventuré en excusa o comentario alguno . Era mejor así . Y batiendo palmas reclamó la atención general..
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
- ¡ Aleluya ! - grité . soltando lo primero que acudió a mi cerebro .
La expresión de júbilo - un tanto fuera de lugar - enarcó las cejas del cada vez más perplejo judío . Y cuando , supongo , se disponía a responderme , un hilo de humo y un parejo y desabrido tufo a espadaña quemada afloraron traidores bajo el calzado.
Jacobo , sin dejar de mirarme , olfateó confuso . Creí desmayarme . La potencia del láser de gas . capaz de taladrar una plancha de acero de trece milímetros en cuatro segundos - había destrozado aquella zona de la alfombra .
Lívido , retrocedí . ¿ Qué podía hacer ? Y el bueno de Jacobo , al descubrir a sus pies el humillo y el negro cerco , se apretó contra el muro de obra . Y alzando los ojos , buscó el origen del fuego en las oscuras vigas de la techumbre . Al no hallarlo giró la cabeza a uno y otro lado con idéntico éxito . Y entreabriendo los labios fue a posar sus desorbitados ojos en los mios , aullando :
- ¡ Fuego !
Allí concluyó el abrazo familiar . Maria y el resto se precipitaron sobre la porción de estera que este inutil , en un nuevo y desesperado intebto , trataba de sofocar . Y el cielo quiso que , al fin , el chamuscado cediese . No así la peste . Santiago y las mujeres , inclinados alrededor de la quemadura , no terminaban de entender lo sucedido . Pero María , tras un minucioso examen del orificio , me buscó con la mirada . Palidecí . Y del susto y la perplejidad , mi << complice >> varió a una radiante paz . No preguntó el porqué . Y guiñandome un ojo sonrió feliz , segura de que mi << poder y presencia >> eran el mejor de las protecciones para ella y los suyos . Tampoco repliqué ni me aventuré en excusa o comentario alguno . Era mejor así . Y batiendo palmas reclamó la atención general..
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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