Al ir salvando aquel << infierno >> supuse que si el Iscariote había caído desde cualquiera de aquellos barrancos , lo más probable es que se hubiera destrozado contra las cortantes aristas de las peñas .
Al fin , Juan Marcos se detuvo . Nos encontrábamos a unos 200 metros en línea recta de la muralla y sobre uno de aquellos pelados promontorios . Me señaló una joven higuera , nacida milagrosamente entre los vericuetos y fisuras de la roca y que , tal y como me había explicado , crecía con la mitad de su ramaje hacia el oeste y sobre el vacío .
Lentamente me aproxime al filo del precipicio . El muchacho , inquieto y tembloroso , se aferró a mi brazo . Al principio no distinguí nada anormal . La barranca presentaba una caída casi vertical de unos 35 o 40 metros . Pero la semiclaridad del alba no era suficiente para distinguir el fondo con precisión .
Tras un par de munitos de tensa búsqueda , Juan Marcos dio un grito que a punto estuvo a punto de hacerme perder el equilibrio .
- ¡ Allí ! .... ¡ Mira , allí está !
Seguí la dirección de su dedo y , en efecto , confundido entre las piedras , aprecié un bulto lechoso , inmóvil y que , desde mi punto de observación, parecía un hombre envuelto en algo similar a una túnica o una manta blanca .
Ordené a Juan Marcos que no se moviera y elegí uno de los terraplenes , iniciando el descenso .
Después de no pocos rodeos , rasponazos y sobresaltos entre las resbaladizas paredes del precipicio , me vi al fin en el fondo de la barranca , a poco más de cuatro metros del cuerpo . Lo observé sin mover un solo músculo . Parecía desmayado o muerto . Evidentemente era un hombre , enfundado en una túnica marfileña , similar a la que usaba Judas . Se hallaba boca abajo , con la pierna izquierda violentamente frexionada bajo el abdomen .
Cuando , finalmente , me decidí a avanzar hacia él , algo negro , grande y peludo como un conejo salió de debajo huyendo hacia las zarzas próximas . Me detuve . Un escalofrío recorrió mis entrañas . Las ratas habían empezado a devorarlo...
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Al fin , Juan Marcos se detuvo . Nos encontrábamos a unos 200 metros en línea recta de la muralla y sobre uno de aquellos pelados promontorios . Me señaló una joven higuera , nacida milagrosamente entre los vericuetos y fisuras de la roca y que , tal y como me había explicado , crecía con la mitad de su ramaje hacia el oeste y sobre el vacío .
Lentamente me aproxime al filo del precipicio . El muchacho , inquieto y tembloroso , se aferró a mi brazo . Al principio no distinguí nada anormal . La barranca presentaba una caída casi vertical de unos 35 o 40 metros . Pero la semiclaridad del alba no era suficiente para distinguir el fondo con precisión .
Tras un par de munitos de tensa búsqueda , Juan Marcos dio un grito que a punto estuvo a punto de hacerme perder el equilibrio .
- ¡ Allí ! .... ¡ Mira , allí está !
Seguí la dirección de su dedo y , en efecto , confundido entre las piedras , aprecié un bulto lechoso , inmóvil y que , desde mi punto de observación, parecía un hombre envuelto en algo similar a una túnica o una manta blanca .
Ordené a Juan Marcos que no se moviera y elegí uno de los terraplenes , iniciando el descenso .
Después de no pocos rodeos , rasponazos y sobresaltos entre las resbaladizas paredes del precipicio , me vi al fin en el fondo de la barranca , a poco más de cuatro metros del cuerpo . Lo observé sin mover un solo músculo . Parecía desmayado o muerto . Evidentemente era un hombre , enfundado en una túnica marfileña , similar a la que usaba Judas . Se hallaba boca abajo , con la pierna izquierda violentamente frexionada bajo el abdomen .
Cuando , finalmente , me decidí a avanzar hacia él , algo negro , grande y peludo como un conejo salió de debajo huyendo hacia las zarzas próximas . Me detuve . Un escalofrío recorrió mis entrañas . Las ratas habían empezado a devorarlo...
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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