.Poco antes del amanecer , Eliseo me sacó de un profundo sueño , plagado de pesadillas en las que , curiosamente , se mezclaban las más absurdas situaciones y vivencias , tanto del << tiempo >> real en que me movía como de mi verdadero siglo .
La meteorología habá cambiado . El día prometía seenidad : viento en calma , excelente visibilidad , baja humedad relativa y una temperatura de 110 grados centígrados , en ascenso . Desde el módulo , los radares de largo alcance dibujaban con toda nitidez los perfiles del árido Negev .
Juan Marcos no tardo en presentarse . Traía un gran cuenco de leche de cabra y algo de pan , fabricado durante la mañana del viernes . Mi agotamiento había desaparecido y devoré prácticamente el frugal desayuno .
Con las primeras luces y el trompeteo del Santuario , anunciando el nuevo día , mi joven amigo y yo cruzamos las solitarias calles de Jerusalén . El habitual ruido de la molienda había desaparecido . Nadie parecía tener prisa por levantarse . Por un lado de alegré . Si el cuerpo de Judas continuaba entre las peñas , prefería que nadie nos viera junto a él . Así era mucho más seguro .
Una vez fuera de las murallas , el muchacho me condujo hacia el oeste , siguiendo casi en paralelo el muro meridional de la ciudad . A escasos metros de la puerta de la fuente , por la que habíamos salido , el terreno cambió . Entramos en lo que los judíos la Géhenne o << infierno >> . Supongo que por lo atormentado de la depresión y por las numerosas hogueras que se levantaban aquí y allá en una permanente quema de basuras . En efecto , conforme caminábamos observé cómo aquel tétrico paraje había sido convertido en un inmenso estercolero en el que merodeaban un sinfín de perros vagabundos y ratas enormes como liebres .
Juan Marcos se detuvo . Observó el paisaje y , a los pocos segundos , reanudó la marcha . A los cinco minutos de camino , la Gehenne se convirtió en un laverinto de peñascos , barrancas estériles y pequeños pero agudos precipicios . De acuerdo con las dotas de nuestras cartas , aquel extremo sur de Jerusalén oscilaba entre los 612 y 630 metros , en las cercanías de la puerta de los Esenios . Entre ambos puntos , el perfil del terreno sufría bruscas variaciones , con desniveles de 20 , 30 y hasta 40 metros .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
La meteorología habá cambiado . El día prometía seenidad : viento en calma , excelente visibilidad , baja humedad relativa y una temperatura de 110 grados centígrados , en ascenso . Desde el módulo , los radares de largo alcance dibujaban con toda nitidez los perfiles del árido Negev .
Juan Marcos no tardo en presentarse . Traía un gran cuenco de leche de cabra y algo de pan , fabricado durante la mañana del viernes . Mi agotamiento había desaparecido y devoré prácticamente el frugal desayuno .
Con las primeras luces y el trompeteo del Santuario , anunciando el nuevo día , mi joven amigo y yo cruzamos las solitarias calles de Jerusalén . El habitual ruido de la molienda había desaparecido . Nadie parecía tener prisa por levantarse . Por un lado de alegré . Si el cuerpo de Judas continuaba entre las peñas , prefería que nadie nos viera junto a él . Así era mucho más seguro .
Una vez fuera de las murallas , el muchacho me condujo hacia el oeste , siguiendo casi en paralelo el muro meridional de la ciudad . A escasos metros de la puerta de la fuente , por la que habíamos salido , el terreno cambió . Entramos en lo que los judíos la Géhenne o << infierno >> . Supongo que por lo atormentado de la depresión y por las numerosas hogueras que se levantaban aquí y allá en una permanente quema de basuras . En efecto , conforme caminábamos observé cómo aquel tétrico paraje había sido convertido en un inmenso estercolero en el que merodeaban un sinfín de perros vagabundos y ratas enormes como liebres .
Juan Marcos se detuvo . Observó el paisaje y , a los pocos segundos , reanudó la marcha . A los cinco minutos de camino , la Gehenne se convirtió en un laverinto de peñascos , barrancas estériles y pequeños pero agudos precipicios . De acuerdo con las dotas de nuestras cartas , aquel extremo sur de Jerusalén oscilaba entre los 612 y 630 metros , en las cercanías de la puerta de los Esenios . Entre ambos puntos , el perfil del terreno sufría bruscas variaciones , con desniveles de 20 , 30 y hasta 40 metros .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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