martes, 7 de julio de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 1 - 9 de abril , domingo ( 4 )

A pesar del susto no pude evitar una apagada carcajada . El bueno del hortelano me había metido en un palomar ....
Si he de contar toda la verdad , durante más de media hora , mi preparación de años como astronauta , mis estudios , investigaciones y aprendizaje para tan importante proyecto , no me sirvieron de nada  . Sencillamente , el general Curtiss no había previsto esta ridícula escena y , por supuesto , yo no tenía ni la menor idea de cómo apaciguar a una treintena de palomas y palomos , lógicamente asustados ante la súbita irrupción de un intruso en su morada .
Si no acertaba a tranquilizarlas sería muy dificil asomarse a la rejilla metálica existente en la zona superior del cajón.
Por dos veces lo intenté , pero el resultado fue igualmente caótico . A pesar de mis dulces silvidos , de las tiernas palabras y de mis gestos apaciguadores , las inquietas aves se alborotaron en ambas ocasiones .
Rendido me dejé caer en ewl fondo del palomar . Llegué a pensar en matarlas . Pero la sola idea me repugnó . Y durante varios minutos , con la cabeza hundida sobre las rodillas , intenten recordar cuanto sabía o había visto en relación con aquellos animales . En el escaso caudal de recuerdos me vino a la memoria  la figura de mi abuelo , viejo cazador de patos en las lagunas de Baton Rouge , el Louisiana . Rememoré algunos amaneceres  en su compañía durante mis añoradas vacaciones  de juventud , en la orillas de Lake Pont chartrain . Recordé las garzas  y - ¡ cielo santo ! -, de pronto , como un milagro , en mi cerebro surgió la cara de mi abuelo , con una ramita entre los dientes , chasqueando las mandíbulas y moviendo la cabeza de arriba  abajo , imitando a las garzas en celo . aquella escena , que siempre me había divertido , podía encerrar la solución.
Busqué pero no hallé una sola rama . Sin deanimarme , tomé la pluma más larga que había en el suelo del cajón y , colocándola entre mis dientes , enpecé a oscilar la cabeza , a razón de ocho o diez veces por minuto . Muy despacio , con una lentitud que se me antojo desesperante , fui elevándome hacia los travesaños y celdillas , procurando emitir algo parecido a un arrullo.
Autor :J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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