sábado, 11 de febrero de 2017

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 8 - 4 de noviembre , Domingo ( 6 )

A cosa de mil doscientos metros del puente de piedra que acabábamos de cruzar , el bosque de nogales quedaba abruptamente interrumpido por una garganta profunda y angosta . Por el fondo , nervioso , desfilaba un aprendiz de río , de poco más de ocho o diez metros de anchura . Era otro de los tributarios del Jordán , en este caso , como digo , , con un cauce tan menguado como transparente . A nuestros pies , el terreno se precipitaba casi verticalmente , formando una pared de unos 20 o 30 metros . Los derrumbes habían dejado al descubierto los estractos blancos y amarillos de la marga , la caliza , la arcilla y los cantos rodados . Muchos de ellos terminaron rodando hasta el afluente , entorpeciendo el fluir de las aguas . La corriente , sin embargo , supo escavar estas enormes piedras , añadiendo espuma y susurros al bello lugar . Frente por frente se presentaba otro acantilado , prácticamente gemelo e igualmente colonizado por audaces y ramificados tamariscos de flores rosas y cenicientas que colgaban libres en el vacío , reclamando a miles de insectos poliizadores .El resto de las escarpadas paredes - merced a las benignas temperaturas de la cuenca - aparecía cubierto por anárquicos corros rojos y amarillos , resultado de la floración de otros tantos arbustos , generalmente taberindos de ramas resinosas y narcisos largos y estilizados , respectivamente . Estos últimos , siempre solitarios , proporcionaban al cañón una fragancia delicadisima , que iba y venía , según la brisa o la lluvia .  Al pie de este acantilado , entre derrumbes , se distinguían dos cuevas . Una , casi al nivel del agua , presentaba una boca alargada y no muy alta . La otra , con una enrada más reducida , se asomaba al río a cuatro o cinco metros por encima de la primera .
En esos momentos no supe dónde me encontraba . Sospechaba que muy cerca del límite con la Perea , el territorio de Herodes Antipas , pero eso era todo .
El Anunciador , entonces , sin mirarme , exclamó :
- - ¡ Descálzate ! ... ¡ Estamos en lugar sagrado !
No hubo más explicaciones .
¿ Lugar sagrado ?
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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