Mi aparente mansedumbre terminó de exasperarle , exigiendo a Meir que me arrojara de su casa . Fue la única vez que vi endurecerse el rostro del anciano . Y recriminándole tanta violencia lamentó que hubiera olvidado tan rápidamente las sabias palabras de su << difunto rabí >> . María y yo nos miramos . El viejo y bondadoso sanador de Caná - que compartía la filosofía del Hijo del Hombre - no parecía informado de los últimos y prodigiosos acontecimientos . Era lógico . Las noticias acerca de la supuesta resurrección del Galileo y de sus apariciones no habían llegado aún a la remota aldea . Y un destello de alegría clareó el verde hierba de los ojos de la Señora . Pero , cuando se disponía a anunciarle la buena nueva , Meir , dando la espalda al confuso Zebedeo , me rogó que disculpara a su joven y fogoso amigo .Asentí sin reservas . . Y el rofé , recuperando la placidez , me interrogó sobre las características de la serpiente . Simulé no recordarlas con exactitud , deslizando , con toda intención , el detalle de los << cuernos >> ... Fue suficiente . Identificó la víbora , lamentando la pérdida . Sugún dijo , esta clase de ofidios , previamente cocinados , dana un exceleste resultado como antídoto contra la lepra . Dadas sus notables virtudes como sanador quise creer que el auténtico interés por la cerastes cerastes no radicaba exclusivamente en el discutible remedio contra las lepras , sino en las ventajas que , desde el punto de vista médico , podía reportar la identificación y examen del animal .
Y olvidando el incidente , supongo que conmovido por mi docilidad ante al ataque de Juan , tomó la lucerna que había rellenado , indicándome que le acompañara . Se enfrentó a la estantería del fondo de la sala y , paseando la luz arriba y abajo , retiró uno de los rollos . Consultó la inscripción existente en uno de los extremos y , seguro de la elección , regresó a la mesa . El libro , confeccionado en papiro de Sais , más estrecho y económico que el << real o Augusta >> , se hallaba armado a la manera egipcia : con las hojas cosidas unas a otras , formando una una larga tira que se arrollaba en dos palos cilíndricos . Y a la luz de la lámpara lo fue desenrrollando con la mano izquierda , revisando la apretada grafía griega , al tiempo que , con la derecha , procedía a arrollar lo que iba leyendo y consultando . A los pocos minutos se detenía sobre una serie de columnas . La << página >> en cuestión presentaba varias ilustraciones , que describían las partes más destacadas de las rosas .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Y olvidando el incidente , supongo que conmovido por mi docilidad ante al ataque de Juan , tomó la lucerna que había rellenado , indicándome que le acompañara . Se enfrentó a la estantería del fondo de la sala y , paseando la luz arriba y abajo , retiró uno de los rollos . Consultó la inscripción existente en uno de los extremos y , seguro de la elección , regresó a la mesa . El libro , confeccionado en papiro de Sais , más estrecho y económico que el << real o Augusta >> , se hallaba armado a la manera egipcia : con las hojas cosidas unas a otras , formando una una larga tira que se arrollaba en dos palos cilíndricos . Y a la luz de la lámpara lo fue desenrrollando con la mano izquierda , revisando la apretada grafía griega , al tiempo que , con la derecha , procedía a arrollar lo que iba leyendo y consultando . A los pocos minutos se detenía sobre una serie de columnas . La << página >> en cuestión presentaba varias ilustraciones , que describían las partes más destacadas de las rosas .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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