Hecha esta observación , proseguiré con el siguiente suceso , acaecido a cosa de un par de kilómetros , en el importante cruce de caminos hacia los montes Tabor , en el sur , y Merón , en el norte .
Aquellos veinte minutos - desde la despedida de Murashu hasta la referida encrucijada - transcurrieron en silencio y con el único engorro , por mi parte , de tener que cargar sobre los hombros al inquieto corderillo . Mis intenciones acerca del pequeño animal eran claras : desembarazarme de él a la primera oportunidad . Pero , ¿ cómo ? No me equivoqué en mis reflexiones : el destino decidiría . Respecto a la jarra que cargaba Natanael , sinceramente , la olvidé . Al poco , su misterioso contenido saldría en auxilio de este explorador . Pero no perdamos el hilo...
El << suceso >> al que hacía alusión empezó a dibujarse en los metros finales de aquella cuarta etapa . Con el cruce de caminos a la vista , Bartolomé comenzó a cojear ligeramente . Al principio no le concedí demasiada importancia . Sin embargo , poco a poco , el ritmo de sus cortas zancadas se hizo desigual . La causa del trastorno - pensé - podía radicar en su pierna izquierda , fajada desde el tobillo a la rodilla . Pero el discípulo , habituado a su dolencia , prosiguió el avance sin despegar los labios . La reacción de Juan y de María - aunque sería más propio hablar de la no reacción de ambos - me dio a entender que se hallaban familiarizados con el problema del << oso >> y que , muy posiblemente , no revestía gravedad alguna .
Y así continuamos hasta que , bien colmada la hora sexta , dimos alcance al cruce de las importantes arterias . En aquel lugar , a cuatro kilómetros , según mis cálculos , del sendero que descendía de la aldea de Lavi se levantaba una típica posada judía , muy frecuentada por el sin fin de caminantes y caravanas procedentes de los cuatro puntos cardinales . Se trataba , como la mayoría de los albergues de aquel tiempo , de un vetusto edificio cuadrangular de unos treinta metros de lado y de altos y grisáceos muros , trabajados a base de tosca piedra caliza .
Y el destino quiso que el renqueante Natanael fuera a detenerse frente a la fachada principal , a la derecha del camino , y a corta distancia del túnel que hacía las veces de portón . Y sin mediar excusa o comentario algunos se dejó care sobre la polvorienta senda , recostando su humanidad contra la pared de la posada . Acto seguido procedió a retirar las bandas de cuero de vaca que envolvían su dolorida pierna . Y deseoso de comprobar el mal que le aquejaba , confié el corderillo a la Señora , situándome frente al discipulo.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Aquellos veinte minutos - desde la despedida de Murashu hasta la referida encrucijada - transcurrieron en silencio y con el único engorro , por mi parte , de tener que cargar sobre los hombros al inquieto corderillo . Mis intenciones acerca del pequeño animal eran claras : desembarazarme de él a la primera oportunidad . Pero , ¿ cómo ? No me equivoqué en mis reflexiones : el destino decidiría . Respecto a la jarra que cargaba Natanael , sinceramente , la olvidé . Al poco , su misterioso contenido saldría en auxilio de este explorador . Pero no perdamos el hilo...
El << suceso >> al que hacía alusión empezó a dibujarse en los metros finales de aquella cuarta etapa . Con el cruce de caminos a la vista , Bartolomé comenzó a cojear ligeramente . Al principio no le concedí demasiada importancia . Sin embargo , poco a poco , el ritmo de sus cortas zancadas se hizo desigual . La causa del trastorno - pensé - podía radicar en su pierna izquierda , fajada desde el tobillo a la rodilla . Pero el discípulo , habituado a su dolencia , prosiguió el avance sin despegar los labios . La reacción de Juan y de María - aunque sería más propio hablar de la no reacción de ambos - me dio a entender que se hallaban familiarizados con el problema del << oso >> y que , muy posiblemente , no revestía gravedad alguna .
Y así continuamos hasta que , bien colmada la hora sexta , dimos alcance al cruce de las importantes arterias . En aquel lugar , a cuatro kilómetros , según mis cálculos , del sendero que descendía de la aldea de Lavi se levantaba una típica posada judía , muy frecuentada por el sin fin de caminantes y caravanas procedentes de los cuatro puntos cardinales . Se trataba , como la mayoría de los albergues de aquel tiempo , de un vetusto edificio cuadrangular de unos treinta metros de lado y de altos y grisáceos muros , trabajados a base de tosca piedra caliza .
Y el destino quiso que el renqueante Natanael fuera a detenerse frente a la fachada principal , a la derecha del camino , y a corta distancia del túnel que hacía las veces de portón . Y sin mediar excusa o comentario algunos se dejó care sobre la polvorienta senda , recostando su humanidad contra la pared de la posada . Acto seguido procedió a retirar las bandas de cuero de vaca que envolvían su dolorida pierna . Y deseoso de comprobar el mal que le aquejaba , confié el corderillo a la Señora , situándome frente al discipulo.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
No hay comentarios:
Publicar un comentario
puede comentar todas las personas que lo deseen , con educación y respeto