jueves, 7 de enero de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario ( 77 )

Me arrodillé  junto a la cabeza de la víbora , abriendo cuidadosamente  sus mandíbulas . Los colmillos se hallaban intactos  . ( En ocasiones , bien por accidente  , enfermedad o cualquier desarreglo en el aparato mosdedor pueden que dar inutilizados  o desaparecer total o parcialmente  , restando eficacia  a las acometidas del ofidio ) Las huellas  de la mordedura me hicieron pensar que la parduzca  víbora  - había atacado en una característica  acción << de puñalada >> . Cuando las mandíbulas se hallan completamente abiertas , con un arco máximo de 180 grados , los colmillos  , que pueden girar hacia atrás y hacia adelante , se colocan como un puñal , clavándose  en la presa . Ello hacía más comprometido el estado del discípulo . Poco importaba ya pero , lo más probable  es que el impulsivo << oso >>  , al arrancar las flores , hubiera molestado al vipérido y éste  , sorprendido en su hábitad ( generalmente se mimetizan enterrándose y dejando al descubierto la cabeza ) , había replicado con una embestida . Es frecuente que , una vez asestado el golpe  , la víbora retroceda y se oculte . Pero Bartolomé tuvo tiempo de partirla en dos .
Todo fue vertiginoso . La Se´ñora  , con un alarido , reclamó la presencia del Zebedeo . Y éste , una vez desahogada su furia , con el ánimo mejor dispuesto , se reunió con sus compañeros . Natanael , de rodillas en mitad de la senda  , seguía  sudando abundantemente  . Y a los cinco minutos  se presentaron unos síntomas nada tranquilizadores . En el lugar de la mordedura , el edema , de propagación rápida  , alcanzó los quince cetímetros . Y la mano se hinchó aparatosamente . El Dolor , a pesar de las dificultades  del << oso >> para expresarse , debía ser importante . Y surgieron las náuseas  . Verifiqué  el pulso . No se había debilitado excesivamente  . Inspeccioné los ojos . Tampoco aprecié dilatación `pupilar . La Señora y el Zebedeo se limitaban a enjugar el sudor  de su amigo , observando mis movimientos  con inquietud  . Fue en una  de estas rutinarias exploraciones cuando , de pronto , mis ojos tropezaron con los de Juan . En décimas de segundo fui consciente de mi situación . Arrastrado por un natural deseo de auxiliar a Bartolomé no me había percatado del error en el que estaba incurriendo .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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