viernes, 8 de enero de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario ( 86 )

A mi izquierda , próximo al umbral que había traspasado tan << impetuosamente >> , distinguí a Natanael , recostado en una estera de ojas de palma y reconfortado por sus amigos . Sin las ideas muy definidas respecto a lo que debía o podía hacer , permanecí junto a la puerta  , espiando los pausados movimientos del << auxiliador >> . Cuando la mortecina luz , robada al aceite de oliva  , fue suficiente para no tropezar , sin prisas , como si el << problema >> de Bartolomé  no fuera con él , comenzó a trastear en la mesa  de mármol negro que presidía  la << biblioteca >> . vertió una carga  de aceite ( alrededor de un decilitro : suficiente  para unas seis horas y media  ) en un candil de yeso , alumbrando el tablero y el desorden que sontenía : redomas , lebrillos y pequellas ánforas de doble mango con hermosas decoraciones rojas y negras sobre fondos blancos , que adiviné repletos de bálsamos , brebajes , polvos , emplastos e inhalaciones . Entre los útiles del << boticario >> llamó mi atención una urna de vidrio , del mejor estilo herodiano , y varias bandejas de arcilla . La primera guardaba  dos calaveras   y otrosm huesos  humanos pertenecientes a una extremidades inferiores . Un << sacrilegio >> como aquél sólo era posible en Galilea ...
En las bandejas , muy apreciadas por los judíos  por su escasa absorvencia  , que hacía  innecesaria la purificación ritual , descansaba  el << instrumental >> quirúrgico : cuchillos  de piedra , hierro y bronce  , sierras cortas y dentadas , afilados escarpelos  ( en metal y concha de tortuga ) , tijeras de cirujano , fórceps  lisos , etc. Y en uno de los extremos  de la caotica  << mesa de trabajo >>  , dos vaciados circulares , rebosantes de una tinta negra y espesa . Al lado , amarradas en un mazo , las plumas habituales : carrizo ( los calamus ) cortados oblicuamente y hendidos , ancestros de las actuales plumas de metal , y esponjas , indispensables para borrar la tinta .
Cumplida la alimentación y el encendido de la lámpara que gobernaba  la mesa , Meir , sin perder la sonrisa  que le caracterizaba  , se arrodilló ante el enfermo . Encomendó a la mujer su pequeño e inseparable candil y , sin más preámbulos  , con movimientos calculados , inspeccionó la mordedura  y el edema . Lenta , silenciosa y prudentemente fui acercándome  al grupo . No deseaba  intervenir  . Tan sólo presenciar el quehacer del sanador .
Al tomar el pulso y buscar la temperatura  , la paz de aquellos  ojos azules parpadeó fugazmente . Pero , al punto , con una sabiduría innaa o aprendida en sus largos años  de combate con la enfermedad , se hizo de nuevo con ella , tranquilizando la incisiva mirada de Maria.
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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