martes, 5 de enero de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario ( 67 )

Por espacio de casi un kilómetro , ni la Señora ni el << oso >> dieron señales de vida . Sumido en tan amargas cavilaciones  apenas sí  reparé en ello .  Juan marchaba por delante  , a buen paso y con la espada enfundada  . De vez en vez  volvía la cabeza . confirmando mi presencia . Y el sentido común de impuso : tenía que buscar una salida airosa y lo suficientemente  creíble que desvaneciera  las conjeturas del discípulo en relació a mi << naturaleza  y origen celeste >> . Porque  en difinitiva  , ésa era su idea respecto a mí , alimentada desde que el joven Juan Marcos  propalara la << mágica desaparición de Jasón en una nube , en pleno monte de los Olivos >>. El problema era cómo . El destino , en breve , me ofrecería la solución . Dolorosa , sí , pero eficaz ...
DE pronto , el Zebedeo se detuvo . Debían ser , aproximadamente , las tres de la tarde ( la hora nona ) . Instintivamente  hice lo propio . Y alzando los brazos por encima de su cabeza , loa agitó una y otra vez, como si efectuara una señal . Y así era  . Por la izquierda del camino , entre los trigales , vi surgir la rechoncha silueta del << oso >> y , a su lado , la grácil figura de María . Y ambos a la carrera  , se dirigieron a Juan . Entonces comprendí . El valiente Zebedeo , que jamas abandonaba  a sus amigos , al comprobar que yo no les seguía  , retornó a la posada y , espada en mano , se dispuso a prestarme su ayuda . El resto , al llegar a la boca del túnel , era fácil de imaginar . Y en lo más íntimo - Dios lo sabe - agradecí su gesto.
Reaccioné . entendiendo que resultaba vital que me uniera al grupo . Si conservaba la distancia , caminando en solitario hasta la aldea de Bartolomé , sólo conseguiría  multiplicar los recelos de María  y de los discípulos , dando pie , con mi ausencia , a todo tipo de pábulos y especulaciones . Era menster arriesgarse . Y con una fingida naturalidad fuí a situarme al lado del Zebedeo , al tiempo que Natanael y la mujer saltaban a polvorienta senda . El << oso >> , con la respiración agitada  por el susto y la reciente carrera , nos interrogó nerviosamente .Esta vez tomé la iniciativa  y , adelantándome a Juan , traté de explicar lo ocurrido , en un vano intento de desmitificar lo que el discípulo había presenciado .. Resté importancia alos golpes y , mostrando las rojeces y pequeños hematomas de mis manos  , comenté que la fortuna y los dioses del Olimpo me habían protegido . Juan , impasible , guardó silencio .
- Lamentablemente - añadí , dirigiéndome a Bartolomé -, la jarra de Murashu se perdió en la trifulca ... Contenía un extraño líquido , similar al utilizado por mis conciudadanos de Tesalónica para alimentar el fuego sagrado ...
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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