domingo, 3 de enero de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario ( 59 )

Entre los que giraron la cabeza  hacia la tertulia que capitaneaba   el posadero , y con evidentes  muestras de desaprobación  , se hallaban seis soldados  . Los penachos  que sobresalían en sus cascos  dorados indicaban que se trataba de los jefes de turma  . Posiblemente , los tres decuriones y los optios . Uno de ellos , más impulsivo , hizo ademan de levantarse , quizá con la intención de acallar a los alborotadores . Pero  el Mas veterano , sujetándole por el brazo  , le obligó a sentarse de nuevo .
Juan , en el límite de su paciencia , cerró  los ojos y , de espaldas a los ácidos felah , comenzó a golpear con el puño izquierdo la plancha de madera que cubría las ánforas . El ritmico golpeteo parecía  el presagio de un iminente y temible estallido de ira por parte del dolorido discípulo . Y la Señora , prudentemente , le suplicó cordura .
Pero algo imprevisto estaba a punto de modoficar , cuando menos temporalmente , la agria y comprometida situación en el interior de la posada . ...
En unn primer momento , el vocerío reinante en la sala impidió distinguir lo que estaba sucediendo en el exterior . Fue la presencia de uno de los soldadosm , recortándose en la claridad de la puerta , la que movilizó a los oficiales de la turma , imponiendo el silencio entre los comensales  . Fue entonces cuando escuchamos  aquellos desaforados gritos  , en petición de socorro . Procedían del corral  o , quizá , del túnel . Juan y la Señora  los identificaron al punto  . Yo , honradamente  , no supe de quién se trataba . Y el Zebedeo se precipitó hacia el patio , seguido de Marían y de quien esto escribe  . Algunos dem los huéspedes  , movidos por la curiosidad , nos imitaron . El corral se hallaba desierto . La patrulla , evidentemente , había acudido en auxilio del autor de los alaridos . Al final del pasadizo me pareció reconocer a varios de los decuriones  , confundidos entre  de su unidad . Al salir del túnel lo primero que llamó mi atención fue Bartolomé  . Se hallaba  en pie , asistido por Juan y llorando desconsoladamente  . Al verme  se echó en mis brazos , suplicando perdón . Atónito  , traté de comprender . Pero la zozobra  del << oso >> era tal que  no pudo responder a mis preguntas . El Zebedeo , indicándome el grupo de jinetes que corría por el polvoriento camino , en dirección a Caná , me resumió el problema :
-  Le han robado el cordero ...
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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