lunes, 4 de enero de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor . Tomo 4 . El Diario ( 60 )

En efecto a una orden de los oficiales , varios de los soldados habían salido en persecución del ladrón . Los inmediatos gritos de Natanael y la rápida movilizacióndel la turma hizo posible que el individuo fuera localiado , en plena  carrera , a poco más a poco más de un centenar de metros del albergue . Uno de los suboficiales y oí concluyó el problema  . Los honderos , con una puntería  implacable , habían derribado al ladrón . Olvidando a mis compañeros  corrí hacia el lugar . Unos y otros  , imagino , justificaron mi actitud , pensando que trataba de recuperar el corderillo . Mi intención no era esa . Tan sólo me movió el deseo de comprobar el estado del herido y , al mismo tiempo , ser testigo de la captura . Al abrirme paso entre los soldados y decubrir a  la víctima  comprendí lo inútil de mi gesto . Uno de los proyectiles - una especie de << bala >> de plomo , en forma de huevo y de unos cinco centímetros de diámetro superior - se hallaba alojada en la región occipital del cráneo . El impacto había ocasionado la fractura de la base , con irreparables daños en hueso y meninges . El ladrón , un joven desaliñado y cubierto de harapos , falleció prácticamente en el acto .
Uno tras otro , los tres honderos que habían participado en el lanzamiento procedieron a examinar la cabeza del muchacho . El responsable del impecable y desgraciado tiro solicitó permiso al optio para recuperar su proyectil . El suboficial , verificada la muerte del infeliz , hizo un gesto con la cabeza , accediendo . y el individuo desenfundó la espada , introduciendo la afilada punta en la herida . Y la <<bala >> fue catapultada al exterior . Tras limpiarla meticulosamente con el paño de lana que cubría sus posaderas la besó y se dispuso a devolverla alm zurrón que colgaba de su hombro izquierdo . El resto del pelotón , entretanto , colaboró en el transporte del cadáver , depositándolo sobre la grupa de uno de los caballos e iniciando el regreso .
Al observar mi curiosidad , el hondero sonrió maliciosamente , hablando en un dialecto que no comprendí . Me encogí de hombros y , por señas , le indiqué que me enseñara el proyectil . Extendió la palma de la mano , mostrándomelo con satisfacción . Sentí un escalofrío . Aquellos soldados , como los modernos artilleros  , gustaban de grabar en sus << balas >> frases alusivas a sus mujeres o pueblos natales . En este caso , en latín , podía leerse : << De parte de los sirios . >>
Autor :J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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