jueves, 7 de enero de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario ( 81 )

La Señora y yo reunimos los sacos  de viaje  y , cuando me disponía  a desclavar el gladius  de Juan , éste , girando la cabeza , advirtió a María  que no olvidara  los restos de la serpiente  . La Señora palideció . mirándome suplicante . Comprendí su aversión . Y necesitando sentirme útil . aunque sólo fuera como << recogedor de inmundicias >> , le ahorré el sufrimiento . Al << empaquetar >> las dos mitades de la víbira  entre los abandonados  lirios me pregunté  qué utilidad podía tener aquel traslado . Y tras recuperar la espada  me dispuse a seguirles , atacando los escasos dos kilómetros  y medio que nos separaban de Caná . Mi ánimo - a que ocultarlo - se hallaba mal trecho .
Consciente de la importancia de cada minuto , El Zebedeo forzó la marcha . Pero el agresivo camino  , en implacable ascenso y la torpeza de Natanael  , constituyeron un freno y un sufrimiento añadido a sus nervios  . Le vi detenerse . Tropezar . Recuperar el aliento . Cargar una y otra vez a su debilitado amigo y , finalmente  , cuando casi habíamos  arañado la cota de los cuatrocientos metros , desplomarse . María, jadeante , corrió en auxilio de ambos  . Pero el peso del << oso >> colmaba sus menguadas fuerzas . Juan , derrumbado en mitad del estrecho y pedregoso , bañado en sudor , respiraba ruidosa y frenéticamente  , derrotado por aquel kilómetro y medio de fatigisa ascensión . Caná , ajena a nuestro suplicio , se distinguía en lotananza , asentada  sobre una colina  de una altitud similar a la que acabábamos  de coronar . Según mis estimaciones , entre aquel punto y el encalanado amasijo de casas mediaban aún alrededor  de 800 o 900 metros . Un recorrido menos encabritado pero abundante  en pequeñas y regulares cañadas que hacían brincar al camino y sufrir al caminante . A pesar de lo irregular y rocoso del paraje , las tierras aparecían exhaustivamente cultivadas . A la derecha , en terrazas escalonadas , crecían el trigo y , en menor volumen , la cebada . Y a la izquierda de la senda , alejandose hacia las cimas de dos suaves elevaciones , ejercitos de olivos y de higueras dominaban el paisaje , haciendo buenas las palabras de Bartolomé  acerca de la <<  dorada abundancia >> de su pueblo natal .
Pero la forzada pausa duraría poco . Natanael , de improviso , rompió a vomitar .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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