jueves, 7 de enero de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - ( 80 )

Una y otra vez , por espacio de quince o veinte minutos , Juan de Zebedeo  repitióla frenética  succión bucal . Ignoro si fue  consciente de lo decisivo de su acción pero , a juzgar por los resultados  , a pesar de los riesgos de infección que conlleva siempre este procedimiento , una notable dosis  de veneno fue rescatada  , reduciendo la toxicidad local y general . No puedo estar seguro pero , en mi opinión , Natanael conservó la vida  gracias a su amigo . El problema  , en aquellos cruciales momentos  , era averiguar cuánto veneno se había difundido hacia el antebrazo y que vasos - danguíneos o linfáticos  - podían verse afectados . Las próximas seis horas resultarían decisivas . Si Bartolomé escupía  sangre era señal de que el veneno había circulado por el cuerpo , arrasando órganos internos , tales como pulmones , intestino , etc . En ese fatídico supuesto , dado que no estaba  autorizado a suministrarle uno de los antivenenos que figuraba obligatoriamente en mi << farmacia de campaña >> , la evolución del envenenamiento era impredecible .
Cuando el Zebedeo , despues de inspeccionar minuciosamente los últimos salibazos  , estimó que las succiones sólo arrastraban sangre , se hizo con el pañolón que le servía de << sudario >> ,  practicando un rústico torniquete a unos diez centímetros  en sentido proximal a la mordedura . El aspecto del << oso >> era preocupante . A la palidez  y las náuseas se unieron frecuentes  convulsiones y algunas << petequias >> o pequeñas manchas en la piel de la mano , formadas por la efusión de sangre . El Zebedeo le animó a levantarse . Pero su debilidad y el shock no se lo permitieron  . Me ofrecí a ayudarles . Juan , inflexible  , me rechazó , ordenando que le entregara el odre del agua . Así lo hice . María , visiblemente preocupada  , susurró algunas palabras de aliento al oído de Natanael , restando importancia  a lo ocurrido . Su tacto y prudencia eran encomiables . En tales circunstancias , el proceder más sensato era justamente ése , tranquilizando a la víctima  y propiciando que se << olvidase >> de la herida . El << oso >> bebió abundantemente y , casi a empujones , terminó por ponerse en pie . Y el Zebedeo , pasando el brazo derecho del inseguro y doliente vecino de Caná sobre su nuca  , cargó con él , emprendiendo el camino de la aldea .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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