lunes, 4 de enero de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario ( 61 )

Abrumado y entristecido me reincorporé al grupo de curiosos que se arremolinaba frente a la posada . La Señora preguntó entonces por el corderillo . No supe darle razón . Hasta ese momento no había caído en la cuenta de su desaparición . Lo más probable es que hubiera escapado entre los crecidos trigales . Y la voz del decurión que ostentaba el mando , reclamando la presencia del poderoso jefe , nos hizo olvidar la suerte del recental . Al presentarse , el oficial le interrogó acerca de la identidad del fallecido . El tuerto  , casi sin mirarle , negó conocerle . pero el veterano jinete , adivinando la torcida intención del galileo , le ordenó que se hiciera cargo del cadáver , avisando a sus deudos , en el supuesto de que los tuviese . Las protestas del tuerto fueron abortadas sin contemplaciones , Sin mediar palabra , el oficial colocó la punta de su espada  en la garganta del posadero . Y éste , pálido , cargó sobre sus espaldas el cuerpo del joven , perdiéndose en la penumbra del túnel .
Concluido el lance  , la turma desenganchó los caballos . Y dada la estrechez del camino formó en tres hileras ( al estilo griego ) , con los decuriones en cabeza y los optios a la izquierda de aquéllos . Y al paso les vi alejarse en dirección a Tiberíades .
Imaginé que tanto sobresalto y la desagradable experiencia  en el interior del albergue habrían hacho cambiar de opinión a mis amigos . Imaginé mal . Natanael , aunque respuesto del susto , continuaba cojeando . Y ante mi sorpresa , esta vez fue  el Zebedeo quien se empeñó en atenderle , obligándole  a entrar en la posada  para recibir el necesario tratamientom . María , complacida por el cambio de actitud de Juan , los siguió en silencio , ayudándome a cargar los sacos de viaje  y la jarra de Murasuh . Sonreí para mis adentros . ¿ Qué había sido de la reciente y envenenada polémica  entre los discípulos ? También me acostumbraría a estos bruscos giros en las relaciones  de los íntimos del Maestro . Así , tal y como estaba presenciando en aquella jornada  , eran los hombres y mujeres  que permanecieron al lado de Jesús : intolerantes a veces , egoístas en ocasiones pero , al fin y a la postre , entrañables compañeros . La prueba caminaba ante mí . Con una exquisita ternura , olvidando los insultos , el Zebedeo había pasado el brazo derecho de su amigo sobre sus hombros , auxiliándole en su caminar .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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