miércoles, 6 de enero de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario ( 74 )

Al principio , ni el Zebedeo ni el euforico << oso >> pretaron demasiada atención al súbito alejamiento de la Señora . Y por espacio de algunos segundos permaneció absorta en un cimbreante corro de flores , nacido al socaire de las altas y prometedoras espigas  de trigo duro . De imediato , segura de su hallazgo , se dejó caer de rodillas  sobre la roja arcilla . Y su mano izquierda arrancó unos primeros manojos de flores  . Le vi aproximarlos  al rostro y , entonando los ojos  , aspiró la intensa fragancia  . La tragedia estaba a punto de consumarse ...
Y en un espontáneo y generoso deseo de compartir su descubrimiento nos mostró el cuajado ramillete de flores blancas , exclamando alborozada :
- ¡ Son lirios !
La alegría de la Señora estaba justificada . Estas flores silvestres  , a las que Jesús hizo referencia  , gozaban entonces de una excelente reputación , siendo consideradas  como << presagio y símbolo de la buena suerte >> . En esta oportunidad , sin embargo , la sabiduría  popular no estuvo acertada .
El Zebedeo replicó con una amable sonrisa . Pero no se movió . En cuanto a mí , tentado estuve  de salvar los tres o cuatro metros  que nos separaban de la Señora y colaborar en la recogida  . Fue Bartolomé  quien tomó  la iniciativa  , precipitándose hacia el trigal . Se liberó del engorroso chaluk y , feliz  como un niño , se inclinó hacia las flores  , apresando , no sólo los lirios  , sino también las azules  y moradas  anémonas y los abundantes  y escarlatas ranúnculos  que crecían parejos  . Ahora tiemblo al imaginar lo que hubiera podido suceder de haberme adelantado al romántico Natanael ...
Pues bien , me disponía a interrogar al Zebedeo sobre el posible  destino de tan copiosos ramos cuando , de improviso , Bartolomé  profirióm un ahogado gemido . Se incorporó veloz  , soltando el ramillete . Y ante el desconcierto general  , desenvainó su gladius , lanzando un poderoso mandoble contra el oculto terreno . Una nubecilla de polvo y tallos tronchados  se elevó fugaz  entre las espigas , moteando la blanca túnica  del discípulo . María , a dos metros escasos , palideció . Juan y yo nos miramos  alarmados , sin comprender .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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