Al principio , ni el Zebedeo ni el euforico << oso >> pretaron demasiada atención al súbito alejamiento de la Señora . Y por espacio de algunos segundos permaneció absorta en un cimbreante corro de flores , nacido al socaire de las altas y prometedoras espigas de trigo duro . De imediato , segura de su hallazgo , se dejó caer de rodillas sobre la roja arcilla . Y su mano izquierda arrancó unos primeros manojos de flores . Le vi aproximarlos al rostro y , entonando los ojos , aspiró la intensa fragancia . La tragedia estaba a punto de consumarse ...
Y en un espontáneo y generoso deseo de compartir su descubrimiento nos mostró el cuajado ramillete de flores blancas , exclamando alborozada :
- ¡ Son lirios !
La alegría de la Señora estaba justificada . Estas flores silvestres , a las que Jesús hizo referencia , gozaban entonces de una excelente reputación , siendo consideradas como << presagio y símbolo de la buena suerte >> . En esta oportunidad , sin embargo , la sabiduría popular no estuvo acertada .
El Zebedeo replicó con una amable sonrisa . Pero no se movió . En cuanto a mí , tentado estuve de salvar los tres o cuatro metros que nos separaban de la Señora y colaborar en la recogida . Fue Bartolomé quien tomó la iniciativa , precipitándose hacia el trigal . Se liberó del engorroso chaluk y , feliz como un niño , se inclinó hacia las flores , apresando , no sólo los lirios , sino también las azules y moradas anémonas y los abundantes y escarlatas ranúnculos que crecían parejos . Ahora tiemblo al imaginar lo que hubiera podido suceder de haberme adelantado al romántico Natanael ...
Pues bien , me disponía a interrogar al Zebedeo sobre el posible destino de tan copiosos ramos cuando , de improviso , Bartolomé profirióm un ahogado gemido . Se incorporó veloz , soltando el ramillete . Y ante el desconcierto general , desenvainó su gladius , lanzando un poderoso mandoble contra el oculto terreno . Una nubecilla de polvo y tallos tronchados se elevó fugaz entre las espigas , moteando la blanca túnica del discípulo . María , a dos metros escasos , palideció . Juan y yo nos miramos alarmados , sin comprender .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Y en un espontáneo y generoso deseo de compartir su descubrimiento nos mostró el cuajado ramillete de flores blancas , exclamando alborozada :
- ¡ Son lirios !
La alegría de la Señora estaba justificada . Estas flores silvestres , a las que Jesús hizo referencia , gozaban entonces de una excelente reputación , siendo consideradas como << presagio y símbolo de la buena suerte >> . En esta oportunidad , sin embargo , la sabiduría popular no estuvo acertada .
El Zebedeo replicó con una amable sonrisa . Pero no se movió . En cuanto a mí , tentado estuve de salvar los tres o cuatro metros que nos separaban de la Señora y colaborar en la recogida . Fue Bartolomé quien tomó la iniciativa , precipitándose hacia el trigal . Se liberó del engorroso chaluk y , feliz como un niño , se inclinó hacia las flores , apresando , no sólo los lirios , sino también las azules y moradas anémonas y los abundantes y escarlatas ranúnculos que crecían parejos . Ahora tiemblo al imaginar lo que hubiera podido suceder de haberme adelantado al romántico Natanael ...
Pues bien , me disponía a interrogar al Zebedeo sobre el posible destino de tan copiosos ramos cuando , de improviso , Bartolomé profirióm un ahogado gemido . Se incorporó veloz , soltando el ramillete . Y ante el desconcierto general , desenvainó su gladius , lanzando un poderoso mandoble contra el oculto terreno . Una nubecilla de polvo y tallos tronchados se elevó fugaz entre las espigas , moteando la blanca túnica del discípulo . María , a dos metros escasos , palideció . Juan y yo nos miramos alarmados , sin comprender .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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