miércoles, 6 de enero de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario ( 73 )

Debí suponerlo . Después de casi nueve horas de intenso y accidentado viaje , aquel respiro no era normal . Y al pisar el polvoriento sendero que se empinaba hacia la blanca  y próxima Caná  , el optimismo de los peregrinos se hizo humo , perdiéndose  en el borrascoso y amenazante  cielo de aquel lunes , 24 de abril del año 30 . Y surgió la tragedia  Y quien esto escribe se vio enfrentado a otro amargo trance ...
Con seguridad , nada de aquello habría acontecido si el confiado Bartolomé ,  , en lugar de detener su desigual paso , hubiera proseguidom hacia la ya inminente  y ansiada aldea , punto final de su viaje . Pero ¿ quién tiene en su mano modificar los designios  de la Providencia ?
Días más tarde , al retornar al módulo y someter el minúsculo disco magnético alojado en la sandalia << electrónica >> al proceso de lectura y decodificación , Santa Claus , nuestro ordenador central, ratificó con escrupulosa minuciosidad el lugar exacto donde se registró el lamentable accidente  : a diecinieve kilómetros y quinientos metros del lago de Tiberíades .
En dicho paraje , a la vista de su ciudad natal , Bartolomé  , en una muy humana y comprensible explosión de júbilo , deubo sus cortas  e inseguras zancadas . Alzó los brazos  y , al caer sobre los hombros  , las amplias mangas de su tu túnica  dejaron al descubierto unas extremidades tan menguadas como velludas y musculosas . Y girando sobre los  talones nos sorprendió con una de sus inconfundibles  sonrisas : franca , interminable y enturbiada  por una dentadura negra y ulcerada .
Y como fue escrito en otras páginas de este modesto diario , los que caminábamos con Natanael agradecimos la inesperada pausa .
Es posible que los relojes del módulo marcaran casi las cuatro de la tarde cuando María , aprovechando el breve descanso , fue a depositar su ato de viaje  sobre las puntas de sus sandalias . Y en un gesto muy femenino , sabedora que Caná  se hallaba cerca  , procedió a ordenar y alisar sus cabellos . Dejó escapar un largo suspiro y , pienso que por casualidad , sus hermosos ojos almendrados  fueron a descubrir  algo en el manso y oleado oleaje de los trigales  , a la izquierda de la senda  que nos conducía . Y con su característico estilo - a veces peligrosamente irreflexivo - se encaminó hacia el linde .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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