viernes, 8 de enero de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario ( 84 )

¿ Los lugares favoritos de Jesús ? Hubo muchos . Y aquél fue uno de ellos . ¿ Quién hubiera imaginado que al otro lado de aquellos gruesos muros de piedras cúbicas y negras se hallaba uno de los rincones preferidos y habitualmente  frecuentados por el rabí de Galilea a su paso por Caná ?
Desconcertado , no supe hacia dónde mirar .
Nada más pisar el pulcro embaldosado de yeso , modelado a imitación de la madera , el aire dejó de ser aire  , haciéndome olvidar dolores y desconsuelos . Ante mí se abrió un tupido jardín , poblado exclusivamente  de rosas . Montañosos  macizos  escarlatas , blancos , amarillos y rosas  desdibujaban  los límetes de un patio en el que la bíblica << vered >> , cantada en Eclesiasticos , parecía  la única flor permitida . Trepando por paredes  y cañizos , levantándose sobre una tierra negra  y esponjosa , ancladas en ventrudas vasijas , en humildes cuencos de barro o en cisternas de basalto de todos los tamaños , florecían espléndidas rosas de Sidonia , del Sinaí , del monte Hermón , caninas , phoenicias y otros ejemplares silvestres que no supe identificar .
Embriagado , casi hipnotizado por el femenino temblor de los colores y por el sosiego de aquella tormentosa fragancia , a punto estuve de perderme en el angosto corredor que , jugando a laberinto , parcelaba el cuidado lugar.
En la zona oeste del gran solar se levantaba , como digo , un viejo caserón , todo él en piedra , cuya segunda planta hacía las veces de parapeto , protegiendo la delicada plantación de los terribles y abrasivos vientos de poniente . Hacia allí encaminé mis pasos , penetrando en una oscura pieza situada en el piso bajo . Cegado por la claridad exterior no reparé en el alto peldaño que daba acceso a la sala  y , torpemente  , perdiendo el equilibrio , fui a dar con mis huesos  contra el pavimento de suelo batido . Por tercera vez en aquella ingrata jornada  rodé cuan largo era , con el consiguiente  estrépito . Mi << presentación >> ante el venerable Meir no pudo ser más cómica  y deplorable ... Aturdido y rojo de verguenza me alcé  a la misma velocidad a la que había caido . Pero , a medio camino , la luz amarillenta de un candil  me salió al paso .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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