miércoles, 22 de junio de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 6 - 19 de mayo , viernes ( 6 )

Eché mano de la << vara de Mpisés >> y de los últimos denarios y , con el sol en el cenit , tiré de las riendas del hambriento Poseidón , cruzando la suave pendiente . Todo se hallaba en calma . Sujeté al paciente animal al frondoso manzano de Sodoma y , despacio , extremando las precauciones , fui asomarme a lo que denominábamos la << zona muerta >> , la rampa de un seis por ciento de desnivel que moría en la pista de tierra negra  y volcánica .
El camino aparecía despejado . A lo lejos , a la altura de la plantación , distinguí una reata de onagros , los duros y altivoss asnos asiáticos de vientre blanco y grandes orejas . Me tranquilicé . Trotaban rápidos hacia el yam.
Aquél era el momento . Me hice de nuevo con el caballo y , sin pérdida de tiempo , irrumpimos en la senda . Minutos después , sin saber hacia donde tirar , me introduje decidido en el laberinto de huertos y frutales . No tuve que caminar gran cosa . A la sombra de unos almendros en flor , una pareja de felah ( campesinos ) se afanaba en la recogida de enormes y suculentos hatzir ( los afamados puerros de la Galilea ).Desconfiando , me ibligaron a repetir la pregunta . Necesitaba adquirir cebada . A ser posible , cocina , y también algunos efa de buen heno , así como la pequeña y nutritiva pol ( haba ) que empezaba a recogerse en las riberas del yam.
Supongo que me entendieron pero , con desgana , dándome casi la espalda , se limitaron a señalar hacia el oeste mascullando algo sobre un tal Camar . No intenté aclarar el confuso término . Aquello no parecía arameo . Y no deseando crear problemas innecesarios di por buena la indicación , situándome  de nuevo en el arranque de la plantación . Allí , al pie del montículo que protegía el vergel por su flanco norte , medio oculta entre algarrobos , higueras , alfóncigos y palmeras datileras , distinguí una choza de adobe con techo de palma .
Y avancé .
A corta distancia de la casa , sentado sobre la hierba y recostado contra la negra pared de basalto de un pozo, me observaba un viejo . Decidí robar . Tiré del animal y , al llegar a la altura del individuo , empecé a comprender
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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