lunes, 14 de septiembre de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 2 - 9 de abril , domingo ( 182 )

En veinte pasos salvamos  el pasillo de baldosas  de arcilla cocida , deteniéndonos ante la última  de las cinco puertas que conte en el muro de la izquierda  . En la pared opuesta  , frente por frente  , se abrían  otras tantas puertas de oscura madera  de roble  , cuidadosamente abrillantadas con alguna suerte de barniz .
Marcos , por señas , me indicó que sostubiera la lámpara de aceite . Y tomando el grueso manojo de llaves que colgaba  de su cuello , buscó la apropiada  . Al tercer o cuarto intento , la cerradura gruñó y mi amigo empujó la hoja  , entrando en el aposento .Me mostró el lugar y , antes de retirarse  , desde el umbral me señaló la estancia  situada enfrente  , aclarándome  que allí podría  asearme . Y con un cortés << la paz sea contigo >> , cerró tras de sí .
El pequeño cuarto , sin ventanas  , era sencillo en extremo . Alcé el candil de bronce y las siete llamitas arrojaron otras tantas y serpenteantes  sombras sobre el ajuar : un arca de madera  de encina , una cama alta  y evidentemente exigua  para mi metro y ochenta centímetros de estatura , un jarrón de barro con un espléndido y perfumado ramo de blancos jazmines  y , también sobre el arca  , una bandeja  cuidadosamente cubierta  con una gasa . Al destaparla  adiviné la mano de María  , la señora de la casa  . Sonreí agradecido . Junto a una jarrita  rebosante  de mermelada  dulce encontré una escudilla con higos secos  y nueces peladas , primorosamente cercadas por una miel casi negra , que brilló como un diamante a la luz del candil.
La cama era soberbia  . Habia sido armada a base de una madera blanca  de pino , formando una pareja de felinos  , desmesuradamente estirados , cuyas cabezas constituían los pies . No había colchón . En su lugar , sobre un trenzado de lona  , tres mantas  de esponjosa lana  y varios cojines de plumas . La << almohada  >>, para mi desgracia , era un apoyacabezas de alabastro .
Por pura cortesía probé las nueces , absteniendome  de la mermelada . Aunque las condiciones  higiénicas de la casa y de la familia  eran muy elogiables  , las normas de la misión en este aspecto eran rígidas . Y un dulzón aroma a aceite de oliva  - típico de las casas judías - fue extendiéndose por la habitación , empujandome a un plácido y reparador sueño .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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