Algunas partidas de campesinos , con mejores recursos , disponían de asnos y carretas con las que aliviar el traslado de las mieses . Cuando la era consistía en un desnudo lecho de tierra arcillosa , la superficie en cuestión aparecía cercada en todo su perímetro por decenas de piedras de regular tamaño . Las mujeres , entonces , esparcían las haces , procediendo a la labor de trilla . Para ello , estas esforzadas galileas golpeaban la cebada con palos y mazas , tronchando los tallos . Otras , más afortunadas - siempre las menos - , se servían de los burros . Les ajustaban una esportilla o bozal , a fin de que no devoraran el grano , azuzándoles para que caminaran o trotaran por la era , trillando la mies . En algunos casos , los cuadrúpedos eran enganchados a una rectangular y áspera tabla de madera , provistas de dientes de pedernal . La campesina se plantaba sobre el prinitivo rastrillo y arreaba a la bestia , liberando el grano .
Cada cual , en definitiva , tenía asignado un cometido . Los niños , por ejemplo , cumplían con el reparto de agua y la vigilancia del grano trillado o aventado . El << enemigo >> , en este caso , lo constituían las espesas bandadas de tórtolas comunes que , desde el comienzo de la primavera , cruzaban los cielos de Israel , rumbo al viejo continente . Muchas de ellas incubaban en la Galilea , amenazando las cosechas . Cuando estas aves o las currucas se aproximaban a las eras , los pequeños vigías agitaban los brazos , palmoteaban y entonaban chilloas canciones , espantando a las intrusas . La campiña cobraba así un ruidoso pálpito . Los cánticos y la teatralidad de la gente menuda dulcificaban en parte la dureza de aquel trabajo . Una recolección que no fue ajena al HIjo del Hombre...
Consumada la trilla , los felah , provistos de orcas de madera de cinco puntas , sacudían las cañas en el aire , aventando el grano . Una vez en tierra , las hábiles mujeres lo cribaban con la ayuda de pequeñas y puntiagudas piedras . Y el grano de cebada - dieta básica de los menos favorecidos por la fortuna - quedaba listo para el transporte a las aldeas y el definitivo almacenaje en los silos .
Los veinte o treinta primeros minutos de marcha me reconfortaron . Sencillamente , disfruté de tan magnánima naturaleza . E imaginé al Maestro entre los felah .
Autor
J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Cada cual , en definitiva , tenía asignado un cometido . Los niños , por ejemplo , cumplían con el reparto de agua y la vigilancia del grano trillado o aventado . El << enemigo >> , en este caso , lo constituían las espesas bandadas de tórtolas comunes que , desde el comienzo de la primavera , cruzaban los cielos de Israel , rumbo al viejo continente . Muchas de ellas incubaban en la Galilea , amenazando las cosechas . Cuando estas aves o las currucas se aproximaban a las eras , los pequeños vigías agitaban los brazos , palmoteaban y entonaban chilloas canciones , espantando a las intrusas . La campiña cobraba así un ruidoso pálpito . Los cánticos y la teatralidad de la gente menuda dulcificaban en parte la dureza de aquel trabajo . Una recolección que no fue ajena al HIjo del Hombre...
Consumada la trilla , los felah , provistos de orcas de madera de cinco puntas , sacudían las cañas en el aire , aventando el grano . Una vez en tierra , las hábiles mujeres lo cribaban con la ayuda de pequeñas y puntiagudas piedras . Y el grano de cebada - dieta básica de los menos favorecidos por la fortuna - quedaba listo para el transporte a las aldeas y el definitivo almacenaje en los silos .
Los veinte o treinta primeros minutos de marcha me reconfortaron . Sencillamente , disfruté de tan magnánima naturaleza . E imaginé al Maestro entre los felah .
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J.J.Benitez
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