martes, 29 de diciembre de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario ( 29 )

Algunas partidas de campesinos  , con mejores recursos  , disponían de asnos  y carretas con las que aliviar el traslado de las mieses . Cuando la era consistía en un desnudo lecho de tierra arcillosa , la superficie en cuestión aparecía cercada en todo su perímetro por decenas de piedras de regular tamaño . Las mujeres , entonces , esparcían las haces  , procediendo a la labor de trilla . Para ello , estas esforzadas galileas golpeaban la cebada con palos y mazas , tronchando los tallos  . Otras , más afortunadas - siempre las menos - , se servían de los burros . Les ajustaban una esportilla o bozal , a fin de que no devoraran el grano , azuzándoles para que caminaran o trotaran por la era  , trillando la mies . En algunos casos , los cuadrúpedos  eran enganchados  a una rectangular y áspera tabla de madera , provistas de dientes de pedernal . La campesina se plantaba sobre el prinitivo rastrillo y arreaba a la bestia , liberando el grano .
Cada cual , en definitiva , tenía asignado un cometido . Los niños , por ejemplo , cumplían con el reparto de agua  y la vigilancia del grano trillado o aventado . El << enemigo >> , en este caso , lo constituían las espesas bandadas de tórtolas comunes que , desde el comienzo de la primavera , cruzaban los cielos de Israel , rumbo al viejo continente . Muchas de ellas incubaban en la Galilea  , amenazando las cosechas . Cuando estas aves o las currucas se aproximaban a las eras , los pequeños vigías agitaban los brazos , palmoteaban y entonaban chilloas canciones , espantando a las intrusas . La campiña cobraba así un ruidoso pálpito . Los cánticos  y la teatralidad de la gente menuda dulcificaban en parte la dureza de aquel trabajo . Una recolección que no fue ajena al HIjo del Hombre...
Consumada la trilla , los felah , provistos de orcas de madera de cinco puntas , sacudían las cañas en el aire , aventando el grano . Una vez en tierra , las  hábiles mujeres  lo cribaban con la ayuda  de pequeñas y puntiagudas piedras . Y el grano de cebada  - dieta básica de los menos favorecidos por la fortuna  - quedaba listo para el transporte a las aldeas y el definitivo almacenaje en los silos .
Los veinte o treinta primeros minutos de marcha me reconfortaron . Sencillamente , disfruté de tan magnánima naturaleza . E imaginé al Maestro entre los felah .
Autor
J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

No hay comentarios:

Publicar un comentario

puede comentar todas las personas que lo deseen , con educación y respeto