domingo, 27 de diciembre de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario ( 20 )

Al alcanzar el límite de la aldea , otro contratiempo vino a empeorar la situación . La vereda que nos había guiado a traves de la plantación  de pimpinela  espinosa se presentó nítida  , zizagueando , en efecto , hacia el sur . Pero , allí mismo , corriendo en la mencionada dirección sur y también hacia el lago , arrancaba una nutrida  colonia de centenarios olivos que entorpecía la observación . Escruté el polvoriento camino hasta donde fue posible , con la esperanza de localizar a mis desaparecidos acompañantes . Tuve que desistir .
Al pie de uno de aquellos soberbios y ramificados olivos , de casi cinco metros de altura , un anciano y varias mujeres  trabajaban sobre un espeso y fétido colchón de estiércol . Me aventuré a interrogarles . El viejo , en cuclillas , con los pies enterrados  en la apestosa masa , procedía  a llenar una serie de anchas y poco profundas escudillas de barro . Mezclaba previamente  la materia orgánico con paja , comprimiéndola después en los recipientes . A renglón seguido , las mujeres apilaban los platos , a la espera de su total desecación . En cuestión de días , si la climatología  acompañaba , el estiercol se transformaria en una << torta >> rígida y compacta , muy útil como combustable .
El galileo negó con la cabeza . Ni él ni las hebreas habían sido testigos del paso de aquellos tres caminantes  . La circunstancias de que se hallaran al filo de la vereda  , prácticamente desde el amanecer , me sumió en una confusión total . Tanto si hubiera cruzado por el interior de Arbel como por el extraradio , aquellas gentes deberían de haber observado su presencia . Y confuso y desalenado traté de ordenar mis pensamientos . ¿ Qué podía hacer ?
<< Analicemos la situación - me dije a mi mismo - . La Señora y los discípulos se han esfumado . Con un poco de suerte , la treintena de kilómetros que me separaban de Nazaret puede estar resuelta en cuatro o cinco horas ..>>
Recostado sobre un rugoso brazo de uno de los olivos  , con Arbel a mis espaldas y la inquietante  incógnita  al frente  , vacilé peligrosamente  . ¿ Volvia al lago , junto a Eliseo ?¿ Dejaba pasar aquella oportunidad ?Mi hermano hubiera aprobado  la prudente decisión . Curtiss no era partidario de las largas marchas en solitario . Pero no...
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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