jueves, 31 de diciembre de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario ( 40 )

Lo sabía , pero me excusé . Y siguiendo los pasos  del jeque salté al interior del carromato .
¿ Oh , Dios ! ¿ Qué era aquello ? En un asfixiante habitáculo de tres por dos metros  , sobre un cargamento de balas de lana  , yacía  una mujer con el rostro cubierto por un velo negro . Sus gemidos  eran ahogados  poe los rezos  de una anciana que , en cuclillas  y a los pies de la joven doliente  , simultaneaba el canturreo de los salmos penitenciales con el lanzamiento sobre el cuerpo de la nómada de una sustancia ocre  que , en un primer momento , no supe identificar . Bajo el amplio ropaje  distinguí un vientre anormalment e hinchado . Pero el olor putrefacto que llenaba el carruaje me distrajo . ¿ ¿ A que obedecía  aquel infecto ambiente ? Al arrodillarme junto a la mujer e intentar explorar su pulso lo comprendí . La húmeda  y pegajosa sustancia que casi enterraba a la enferma  quedó adherida a mis manos  . Instintivamente  aproxímé las yemas de los dedos  a mi nariz , buscando la identificación del elemento arrojado por la anciana  . Mi estomago se rebeló . De acuerdo con las ancestrales y supersticiosas costumbres  de aquellos pueblos  , al considerar la enfermedad como la venganza  de un dios o demonio maléfico , todo cuanto desagradar a la víctima  propiciaba  el mismo efecto en la divinidad instalada en el cuerpo . Pues bien , con el fin de obligar al espiritu causante del problema  al desalojo del enfermo , la vieja en cuestión había rociado a la mujer con excrementos de animales .
Mi rabia y repugnancia  fueron tales que , sin proceder siquiera a una primera y superficial inspección , abandoné el fétido carromato , tratando de poner en orden mis ideas ... y mi estómago.
La Señora , alarmada , me salió al paso , interrogándome . Y otro tanto ocurrió con Murashu y los discípulos . Recompuesto el ánimo , ante la atónita mirada del jefe de la tribu , le ordené que , para empezar , procediera al inmediato traslado de la joven a un carruaje  sin carga . Acto seguido , con idéntico y enérgico tono , solicité de María  que se ocupara de la limpieza de la mujer.
Al punto , una segunda carreta enraba en acción . Y a pesar del riesgo que podía suponer el traslado de un accidentado de estas características con posible politraumatismo , ninutos después descansaba en la espaciosa plataforma de un carro de cuatro ruedas.
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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