Y el destino implacable , se arrojó sobre mí , acorralándome . Juan alzó su mano izquierda y , sonriente , reclamó mi presencia . El Zebedeo , tal y como sospechaba , me presentó ante el jeque - un tal Murashu - como un << sabio rofé , capaz de grandes prodigios >> . Aturdido , con la boca seca por el miedo , traté de negar y de restar mérito a los encendidos elogios del discípulo . Pero ninguno de los presentes me tomó en consideración . Murashu , respetuoso , inclinó la cabeza , suplicándome que aliviara la carga de sus muchos pecados . Al parecer , una de sus mujeres había sufrido una caída . El dromedario en el que viajaba , prese de un ataque de << locura >> , la había derribado y pisoteado a escasa distancia del cruce en el que nos encontrábamos . En buena lógica , deduje , el percance debía ser lo suficientemente grave como para haber inmovilizado la caravana . Y mis temores arreciaron .
Para los asirios -babilónicos , las enfermedades , accidentes y demás calamidades tenían su origen en la ira de los dioses . Cualquier contratiempo o desgracia eran asociados de inmediato a los pecados , incluso hipotéticos , de la víctima o de su parentela . De ahí las lamentaciones del afligido Murashu .
Traté de serenarme . Resultaba estéril invocar al << sanador >> de Caná , el más cercano y al que había hecho alusión la vecina de Lavi. La distancia que nos separaba de la aldea de Bartolomé era superior a los doce kilómetros . No tenía alternativa ...
Y el dueño y señor de la tribu nos condujo hasta una de las carretas cubiertas : una especie de carpentum de dos ruedas . A pocos metros del carruaje , un par de servidores de la caravana ( los llamados << escoltas >> , responsables de los dromedarios ) atendían a un inquieto animal . El rumiante se hallaba arrodillado e inmovilizado merced a una cuerda que , descendiendo de la cabeza , había sido anudada a la rodilla izquierda . Murashu, al pasar ante el blanco y nervioso ejemplar , lo maldijo . Se trataba , efectivamente de la dromedaria causante del percance . Uno de los nómadas , provisto de un odre , se esforzaba en abrevarla . El otro , a su lado , con un haz de plantas entre las manos , iba suministrandole pequeñas raíces y unas cápsulas esféricas que arrancaba de los tallos .
Autor :J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Para los asirios -babilónicos , las enfermedades , accidentes y demás calamidades tenían su origen en la ira de los dioses . Cualquier contratiempo o desgracia eran asociados de inmediato a los pecados , incluso hipotéticos , de la víctima o de su parentela . De ahí las lamentaciones del afligido Murashu .
Traté de serenarme . Resultaba estéril invocar al << sanador >> de Caná , el más cercano y al que había hecho alusión la vecina de Lavi. La distancia que nos separaba de la aldea de Bartolomé era superior a los doce kilómetros . No tenía alternativa ...
Y el dueño y señor de la tribu nos condujo hasta una de las carretas cubiertas : una especie de carpentum de dos ruedas . A pocos metros del carruaje , un par de servidores de la caravana ( los llamados << escoltas >> , responsables de los dromedarios ) atendían a un inquieto animal . El rumiante se hallaba arrodillado e inmovilizado merced a una cuerda que , descendiendo de la cabeza , había sido anudada a la rodilla izquierda . Murashu, al pasar ante el blanco y nervioso ejemplar , lo maldijo . Se trataba , efectivamente de la dromedaria causante del percance . Uno de los nómadas , provisto de un odre , se esforzaba en abrevarla . El otro , a su lado , con un haz de plantas entre las manos , iba suministrandole pequeñas raíces y unas cápsulas esféricas que arrancaba de los tallos .
Autor :J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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