miércoles, 30 de diciembre de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario ( 38 )

Y el destino implacable , se arrojó sobre mí , acorralándome  . Juan alzó su mano izquierda y , sonriente , reclamó mi presencia . El Zebedeo , tal y como sospechaba , me presentó ante el jeque  - un tal Murashu - como un << sabio rofé  , capaz de grandes prodigios >> . Aturdido , con la boca seca por el miedo  , traté de negar y de restar mérito a los encendidos elogios  del discípulo . Pero ninguno de los presentes  me tomó en consideración . Murashu , respetuoso , inclinó la cabeza , suplicándome  que aliviara la carga de sus muchos pecados . Al parecer , una de sus mujeres había sufrido una caída . El dromedario en el que viajaba  , prese de un ataque de << locura >> , la había derribado y pisoteado a escasa distancia del cruce  en el que nos encontrábamos  . En buena lógica  , deduje , el percance debía ser lo suficientemente  grave como para haber inmovilizado la caravana . Y mis temores arreciaron .
Para los asirios -babilónicos , las enfermedades , accidentes y demás calamidades tenían su origen en la ira de los dioses . Cualquier contratiempo o desgracia eran asociados de inmediato a los pecados , incluso hipotéticos , de la víctima o de su parentela . De ahí las lamentaciones del afligido Murashu .
Traté de serenarme  . Resultaba estéril invocar al << sanador >> de Caná , el más cercano y al que había  hecho alusión la vecina de Lavi. La distancia  que nos separaba  de la aldea de Bartolomé era superior a los doce kilómetros  . No tenía alternativa ...
Y el dueño y señor de la tribu nos condujo hasta una de las carretas  cubiertas : una especie de carpentum de dos ruedas . A pocos metros del carruaje  , un par de servidores de la caravana  ( los llamados  << escoltas >> , responsables de los dromedarios ) atendían a un inquieto animal . El rumiante se hallaba arrodillado e inmovilizado merced a una cuerda  que , descendiendo de la cabeza , había sido anudada a la rodilla izquierda . Murashu, al pasar ante el blanco y nervioso ejemplar , lo maldijo . Se trataba  , efectivamente  de la dromedaria  causante del percance  . Uno de los nómadas , provisto de un odre , se esforzaba en abrevarla  . El otro , a su lado , con un haz de plantas entre las manos , iba suministrandole pequeñas raíces y unas cápsulas esféricas  que arrancaba  de los tallos .
Autor :J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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