Jamás les había defraudado y ahora , en tantas ocasiones , se dispusieron a cumplir su último trabajo en el particular servicio de postas organizado por el Zebedeo . Hacia las 14,15 horas , los últimos << correos >> abandonaron la mansión de Nicodemo , rumbo a los cuatro puntos cardinales : Damasco y Siria en el norte ; Beersheba , en el sur ; Alejandría en el oeste y Filadelfia y Betania en el este . Gracias a aquellos esforzados y valientes emisarios , la noticia de la resurrección iba a ser conocida por primera vez a cientos de Kilómetros de Jerusalén y por miles de seguidores del Hijo del Hombre . En el fondo era triste y paradójico que , mientras aquellos veintiseis hebreos que apenas si habían conocido a Jesús de Nazaret corrían por los caminos de Palestina con la buena nueva , los íntimos del Maestro - sobre los que pesaba la extensión del reino - siguieran recluidos , cargados de miedo , incertidumbre y desesperación . Sin proponérmelo , había asistido a toda una lección de audacia y fe . Una lección que tampoco consta en los Evangelios ....
Tras la marcha de los mensajeros , apenas si crucé unas palabras con David . Los incredulos discipulos siguieron atosigándole y , deseosos deperderlos de vista , se despidió de Nicodemo , informandole de sus inmediatas intenciones . Pasaría de José de Arimatea , recogería a Salomé , su madre , y , acto seguido , emprenderían viaje a Betania , a la residencia de Lázaro y sus hermanas . Allí se alojaba parte de la familia de Jesús . Por lo que pude escuchar , el Zebedeo había prometido a Marta y María acompañarlas hasta Filadelfia , con el fin de reunirse con su hermano Lázaro , huido a causa de las amenazas del Sanedrín .
Y dicho y hecho . David salió del palcete de Nicodemo , regresando a la ciudad . En el corto trecho en el que Juan Marcos y yo pudimos acompañarle , el jefe de los << correos >> , tal y como suponía , me facilitó una escueta y valiosa información . Efectivamente , conicía a los famosos discípulos de Emaús . Pero , ante mi sorpresa , me aseguró que no eran exactamente discípulos o creyentes en el reino . Se trataba de dos hermanos , pastores por más señas y , en consecuencia , de pésima reputación . Uno de ellos , un tal Cleofás , el mayor , parecía sentir ciertas simpatías por Jesús . Pero nada más . El otr , Jacobo , en opinión de David , era una persona inquieta y curiosa que , de vez en vez , acudía a las conferencias y enseñanzas del Galileo.
<< Seguramente podrás encontrarlos en casa de José >> , añadió , advirtiéndome que - como buenos pastores - quizá tratasen de engañarme .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Tras la marcha de los mensajeros , apenas si crucé unas palabras con David . Los incredulos discipulos siguieron atosigándole y , deseosos deperderlos de vista , se despidió de Nicodemo , informandole de sus inmediatas intenciones . Pasaría de José de Arimatea , recogería a Salomé , su madre , y , acto seguido , emprenderían viaje a Betania , a la residencia de Lázaro y sus hermanas . Allí se alojaba parte de la familia de Jesús . Por lo que pude escuchar , el Zebedeo había prometido a Marta y María acompañarlas hasta Filadelfia , con el fin de reunirse con su hermano Lázaro , huido a causa de las amenazas del Sanedrín .
Y dicho y hecho . David salió del palcete de Nicodemo , regresando a la ciudad . En el corto trecho en el que Juan Marcos y yo pudimos acompañarle , el jefe de los << correos >> , tal y como suponía , me facilitó una escueta y valiosa información . Efectivamente , conicía a los famosos discípulos de Emaús . Pero , ante mi sorpresa , me aseguró que no eran exactamente discípulos o creyentes en el reino . Se trataba de dos hermanos , pastores por más señas y , en consecuencia , de pésima reputación . Uno de ellos , un tal Cleofás , el mayor , parecía sentir ciertas simpatías por Jesús . Pero nada más . El otr , Jacobo , en opinión de David , era una persona inquieta y curiosa que , de vez en vez , acudía a las conferencias y enseñanzas del Galileo.
<< Seguramente podrás encontrarlos en casa de José >> , añadió , advirtiéndome que - como buenos pastores - quizá tratasen de engañarme .
Autor : J.J.benitez
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Antonio Martinez
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