lunes, 29 de febrero de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario , 26 de abril , miércoles ( 24 )

Al comprobar que se dirigían . Y compadecido , sin mediar palabra  , la tomé en brazos  , sonriéndole . Me dejó hacer . Y enconmendandome  a los cielos hacia la explanada  de la sinagoga  me heché a temblar . Si María acertaba a pasar  por delante  de la casa del jefe del consejo , aquello podía convertirse en un terremoto  . Me equivoqué . Los << guías >> , imaginando lo mismo que yo , evitaron el lugar . E introduciéndose  en el cinturón de huertos esquivaron el paraje y la tentación . En repetidas oportunidades  se detuvieron a conversar con varios de los lejah. Las preguntas , siempre las mismas  , giraban en torno a la suerte de Juan . Pero ninguno - ignoro si con verdad - supo darles razón . Y adentrandose en uno de los senderillos  que parcelaban las pequeñas fincas fueron descendiendo por la falda occidental del Nebí , en un claro intento de reunirse con la torrentera  . La señora  , aturdida  y desmadejada como pocas veces la había visto , tropezó en dos ocasiones  . En la última , al caer de rodillas , se lastimó . Y el saco rodó por la pendiente  . Me apresuré a auxiliarla  , recogiendo la liviana carga  . Me negué a entregarle las palomas . Y brindandole mi brazo le recomendé  que se apoyara en él , simplificando así el áspero  y pedregoso terraplén . No dijo nada . pero la intensa  presión de sus dedos  sobre la << piel de serpiente >> fue el más rotundo signo de su angustia .
Al borde de la rumorosa , veloz y más que mediana  avenida de agua , Santiago y su compañero dedicaron unos minutos a la inspección de los juncos y cañizos que vigilaban el estrecho cauce . Desalentados prosiguieron corriente arriba hasta dar alcance a un rústico y nada seguro puentecillo de troncos , ensamblados a base de una cordelería tan deshilachada que , sólo con mirarla , podía rendirse . Decididos salvaron los tres << voluntariosos >> metros de puente - casi << milagroso >> , didía yo - encaminándose hacia la pareja de casas que había observado desde la explanada de la sinagoga .
La Señora cojeando y con el rostro crispado por el dolor , se detuvo frente a los troncos . Parecía  como si las fuerzas le fallasen . Y compadecido , sin mediar palabra  , la tomé en brazos , sonriéndole . Me dejó hacer . Y encomendandome a los cielos fui tanteando  la base del húmedo y podrido armazón.
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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