domingo, 21 de febrero de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario , 25 de abril , martes ( 169 )

Un rápido vistazo al lugar puso de manifiesto que el ladrón o ladrones se habían apoderado igualmente de los doce  fármacos  de << campaña >>, meticulosamente camuflados  en otras tantas ampolletas de arcilla  . Por más que inspeccioné  el piso , amén de cucarachas de atlética corpulencia  , no logré  detectar rastro alguno de los medicamentos  . El hecho de hallarse  perfectamente sellados  hacía muy difícil su derramamiento  . Todos ellos  habían sido dispuestos  en estado de polvo , bien en procesos de desecación o de liofilización . La pérdida  del << botiquin >> - de  especial importancia en un medio tan agresivo - me dejó preocupado . De haber podido retornar al módulo , el incidente hubiera carecido casi de importancia . Pero , en la situación en que me encontraba  y con la ineludible  circunstancia  del viaje de vuelta  hasta el yam , el problema  representaba  un grave trastorno . Por otra parte  , el posible uso de los mismos  era una preocupación añadida . Aunque la mayoría  tenían  un caracter prácticamente inocuo , otros , en cambio , podían intoxicar y acarrear complicaciones al hipotético consumidor . Llevado del sentido común rechacé esta última posibilidad . ¿ Quién podía ser tan insensato como para degustar las extrañas sustancias ? Aun así , la semilla  de la inquietud se perdió en los surcos  de mi ánimo . Tenía  que recuperar las ampolletas . Lo más probable  es que estuvieran ya en manos del saduceo , suponiendo que no hubieran corrido la misma suerte  que las sandalias . Traté de consolarme  . La pérdida del calzado había sido un accidente  , consecuencia de la brusca fuga . estaba decidido . A la mañana siguiente , con la excusa de los fármacos me presentaría  en la casa de víbora  ... En cuanto a denunciar el robo , ¿ que sentido tenía  ? En principio , salvo complicaciones , me limitaría  a observar . Mi paso por Nazaret , de acuerdo con lo programado por Caballo de Troya , debía ser lo más discreto posible . Y con estas santas intenciones me encaminé  a la taberna . Mi deseo , como digo , era elemental y simple en extremo : tratar de averiguar si el << rana >> o alguno de los huéspedes sabían algo.
La estancia aparecía más concurrida de lo que habçía sospechado . Dos de las tres largas mesas que presidían la taberna -comedor se hallaban abarrotadas de individuos que , a juzgar por sus ropajes , parecían griegos y fenicios . Discutían , bebían sin frontera  , reían con estrépito y , a cada desfallecimiento de una jarra protestaban a Heqet.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez 

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