jueves, 25 de febrero de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario , 26 de abril , miércoles ( 6 )

No supe qué hacer , ¿ Rodeaba  el edificio a la búsqueda  de los sirvientes ? Estremecido recordé que los esbirros  contratados por el posadero para mi eliminación  eran justamente  servidores  o lacayos del viejo sacerdote  . Quizá  la situación , a plena luz y en los dominios de la víbora , no fuera tan dramática . La reflexión no era de buena factura  . Así que , con mil precauciones  , caminé  hacia el oeste de la fachada  . En dicha esquina  el paso aparecía cprtado por un abrupto desnivel - casi un precipicio - que moría en la torrentera , a unos veinte metros  de donde me hallaba . El muro occidental  de la vivienda  quedaba convertido así en un lugar de difícil acceso . De hecho, como si el saduceo hubiera deseado convertir aquel flanco en un bastión , la pared carecía de puertas . En cuanto a la media docena de ventanas practicadas en el blanco enlucido , la más próxima  a tierra quedaba separada  por tres dilatados metros . Un poco más al norte  , siguiendo el curso del arroyo , se alzaban un par de casitas , recostadas una en la otra . A las puertas de una de ellas  , besando las rápidas aguas , se distinguían varios hombres , afanados en lo que me pareció un trabajo de alfarería  . Sin saberlo estaba  descubriendo el entrañable taller de los descendientes de Nathan . Súbitamente  , el roce  de unas sandalias contra la tierra apisonada  fue a sacarme  de mis observaciones . La baja y fuerte complexión del individuo que se acercaba me resultó familiar . Si la memoria  no fallaba  , era el mismo , o muy semejante  , al que había salido del albergue y que terminó dándose a la fuga por los huertos  próximos al puente de piedra . Aquel elemento , en compañía del segundo - al que perseguiera Santiago -, podía ser uno de los artífices del robo . Y la mano derecha  de este cada vez más desconfiado explorador fue al encuentro del mecanismo activador de los ultrasonidos . No fueron necesarios  . Al reconocerme  soltó la horca de tres púas que portaba en su mano izquierda  y , descompuesto , berreando como un becerro , dio media vuelta , precipitandose hacia el cortinaje rojo . Atónito ante lo incomprensible y desmedida reacción del esbirro no acerté a entender . << A no ser ... >> Sonreí sin ganas . Y el estómago me dio un vuelco . << A no ser que aquel desalmado hubiera participado en el apuñalamiento del " dormido griego ".. >>
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

No hay comentarios:

Publicar un comentario

puede comentar todas las personas que lo deseen , con educación y respeto