miércoles, 24 de febrero de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario , 26 de abril , miércoles - ( 3 )

Débora se abalanzó sobre la puerta  , tratando de controlar el oscuro lugar . Al punto , girando sobre los talones , nos informó de la presencia de los cinco individuos en el extremo opuesto del pasillo . Y agitando las manos me instó a que saltase . Pero , inexplicablemente  , movido quizá por el deseo de identificar a los agresores , aparté a la moabita y abrí la hoja  , lo suficiente para ver cómo derribaban la puerta de mi habitación . De no haber sido por las súplicas de la prostituta  es casi seguro que , llevado de la indignación y de la inconsciencia  , me hubiera aventurado a hacerles frente . La mujer tenía toda la razón . Si el enano y su gente  me localizaban en el cuarto de las meretrices , o saliendo de él , la vida de mis salvadoras podía correr grave peligro .
Y cerrando la puerta me dirigí a la ventana . La distancia al suelo , de unos cinco metros  , no me preocupaba  tanto como la suerte de aquellas esforzadas e infelices rameras . Y a punto de saltar , tras agradecer su gesto , eché mano de la bolsa de hule  y , rescatando uno de los saquetes con pepitas de oro  , lo lancé a las manos de la nerviosa Débora . Una sonrisa y un << Melqart te bendiga >> fue lo último que vi y escuché . Y arrojando la << vara >> en la oscuridad traté de interpretar el tipo de tierra  que me esperaba  . Un golpe seco y amortiguado me anunció , posiblemente  en zona de labranza . Décimas de segundo despuésme precipitaba al vacío , cayendo , en efecto , sobre la arcillosa  base de la plantación de olivos que circundaba  buena parte del edificio . A decir verdad , salvo algunas contusiones de escasa trascendencia , tuve suerte . De haber caido tres o cuatro metros más a la izquierda  , las ramas y los retorcidos brazos  de una de aquellos olivos  podrían haberme destrozado . Minitos después , a la carrera  , salvaba el puentecillo de piedra , dirigiéndome  hacia la fuente  . La aldea  , próximo el amanecer  , no tardaría  en despertar . Y tras comprobar  que no era seguido me detuve al pie del rumoroso caño de agua . ¿ Hacia dónde dirigía mis pasos ? ¿ Intentaba refugiarme en el hogar de la Señora  ? ¿ Me ocultaba en alguno de los rincones  del poblado ? ¿ Esperaba allí mismo las luces del alba  ? ¿ Qué podía hacer con el saduceo ? Y abrumado por la situación ,  reparando de pronto en el cristalino salto de agua , me decidí por la más sensata  de las alternativas . Como decía el Maestro , << los problemas de uno en uno >>.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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