lunes, 22 de febrero de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario , 25 de abril , martes ( 171 )

Al verme junto a la puerta  , una de las << burritas >> cuchicheó al oído de su compañera . Y despegandose de las ánforas se aproximó con un provocativo contoneo de caderas . Lucia en las sienes una estrecha cinta de seda  blanca  , que realzaba  el negro de sus cabellos . A ambos lados del estrecho  y pintarrajeado rostro caían sendos cordones con un total de veinte leptas , groseramente perforadas. ( Perder algunas de estas monedas era señal de mala suerte . Parece ser que la moneda perdida  en la célebre parábola de Jesús  podía tratarse de una de estas leptas .) Cejas ( mericulosamente depiladas ) , pestañas y párpados  aparecían emborronados  en una tonalidad verdeazulada  , probablemente a base de sulfuro de plomo o carbonato de cobre . Y los labios y uñas de las manos y de los pies , rojos rabiosos , merced al licor extraído de las hojas trituradas de alheña . Al llegar a mi altura , un mareante perfume - quizá de cilantro o de casia - estuvo a punto de hacerme estornudar . Y levantando sus bien cumplidos treinta años hacia mis hombros trató de abrazarme , al tiempo que susuraba un << bien venido a la casa de Heqet >>. La detuve a tiempo y , poco acostumbrada a los desplantes , me inspeccionó de abajo arriba . Y cambiando de táctica  sonrió , terminando de estropear su indudable  atractivo físico : la infeliz padecía una piorrea alveolar , con la consiguiente  inflamación purulenta  del periostio de los alveolos dentarios , una fea necrosis  y un casi redondo desprendimiento de los dientes  . Correspondí a la sonrisa y antes de que prosiguiera  con sus zalamerias  zanjé el incómodo encuentro , interesándome  por el posadero . La mujer , rindiéndose , señaló con desgana la mesa en la que , por supuesto , ya sabía que se acomodaba el atareado << rana >>
Al descubrirle embarcado en su afición favorita - contar monedas - poco faltó para que diera media vuelta  y desistiera de mi mis propósitos . Pero la curiosidad me sujetó a la mesa . La escena  era nueva para mí . Por riguroso turno , cada uno de los vecinos de la aldea iba dictando al joven situado junto a Heqet lo que parecía una carta .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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