sábado, 20 de febrero de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario , 25 de abril , martes ( 164 )

La noche con su geroglifico de estrellas , nos recibió tibia y amiga . Y la aldea , sin una sola antorcha en los muros , se presentó ante mí como un pequeño - gran conflicto . La distancia que me separaba de la posada no era excesiva . Aun así , aquel laberinto negro y sin referencia se atravesó en mi ánimocomo una espina .
Cerrada y apuntalada la puerta , cuando me disponía a despedirme , Santiago me interrogó sobre mi hospedaje . Al hablarle del alberguur del << rana >> torció el gesto , mostrando su desagrado . Y durante un par de minutos  , supongo que con razón , me acuso de << mal amigo >> y de << falta de confianza para con él y su familia >> Agradecí la hospitalidad y buenas intenciones pero , tratando de molestar lo menos posible  , argumenté que mi habitación  ya había sido pagada por adelantado . Dudó . Y respetuoso con mi decisión no insistió . En compesación , eso sí , se brindó a escoltarme , recomendándome que , en lo sucesivo  , procurara caminar en la noche provisto de una tea o de una lámpara .
Y en silencio fuimos descendiendo por la << calle norte >> , al encuentro  de las << puertas >> del poblado . Nazaret dormida  y sin luna , era campo de batalla de los inmundos  y fantasmales murciélagos  de cola corta que caían sobre el lugar como una puntual cuadrilla de basureros , animando en negro los callejones  y abriendo las eléctricas pupilas de decenas de gatos . A traves de los escasos ventanucos  se adivinaba  el oscilante amarillear de los obligados candiles nocturnos . ( Ninguna familia judía dormia a oscuras . )
De pronto , al salvar una de las rampas de tierra , un rabioso maullido cruzó entre nuestras piernas . El susto nos inmovilizó . Y desde un tenebroso pasadizo situado a nuestra derecha  , por el que había volado el inesperado gato , percibimos  un lejano cuchicheo .  Al aguzar los oídos creímos escuchar voces humanas , apagadas por la distancia y por un sospechoso e intencionado deseo de pasar inavertidas . El callejón , muy angosto , apenas permitía el paso de un solo hombre . Y Santiago , entregándome la lámpara , desenvainó el gladius .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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