domingo, 21 de febrero de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario , 25 de abril , martes ( 168 )

Y con la firme promesa  de acudir al hogar de su madre en las primeras horas del día siguiente  , reanudando así nuestras conversaciones , le vi alejarse acia el cruce de caminos que arrancaba a las << puertas >> de la aldea  . Y una incómoda inquietud me acompañó hacia la posada . ¿ Regresaría con bien  a su domicilio ? En ese sentido , poco podía hacer . En cuanto al robo , aunque no había tenido oportunidad de inspeccionar mi cuarto , di gracias al cielo por la providencial recuperación de las sandalias y del instrumental que contenían . De haber terminado en poder del saduceo , quién hubiera aventurado su reacción . E inquieto me adentré en el tunel de entrada .
El patio a cielo abierto permanecía solitario . Cuatro antorchas , suspendidas a metro y medio del suelo en cada una de las esquinas , crepitaban olvidadas  , caracoleando con la barandilla  superior y apestando de brea y resina el lugar . Nuevas caballerías denunciaban un incremento de la clientela  . Unos huéspedes que , a juzgar por las risotadas que escapaban de la taberna  , no se habían retirado a descansar .
Como primera medida  me dirigí al piso superior . Antes de establecer reclamación alguna era preciso asegurarse . Y cautelosamente  , tratando en vano de esquivar las chirriantes y traidoras maderas  de la galería  , fui a situarme  frente a la puerta  de mi habitación . Fue absurdo que recuperara  la llave  que colgaba  del ceñidor : la hoja se hallaba  abierta  de par en par . Me apoderé de una de las lucernas  que se esforzaba  en alumbrar el corredor  , y con toda clase de precauciones  , valiendome del cayado  , empujé la mugrienta  y destartalada  madera . Y antes de que hiciera tope en el muro  , un agudo chillido y una sombra  - no sé quién precedío a quién - se deslizaron entre mis sandalias . El contacto con aquel pelaje  áspero me erizó los cabellos .ñ E irritado ante la repugnante presencia  de la rata  le arrojé el candil de barro que , naturalmente  , rodó sobre el entarimado , cayendo con estrépito en el pavimento del patio central . Repuesto del susto permanecí unos segundos junto a la barandilla  , observando  cómo se consumía la parca ración de aceite de la malograda lucerna  . Y en vista  de que el golpe  había pasado inavertido a los animados clientes de Heqet me hice con una segunda lámpara , penetrando en el cuartucho . No me equivocaba . El saco de viaje abierto y vacío , vino a confirmar lo que ya suponía .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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