lunes, 7 de septiembre de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 2 - 9 de abril, domingo ( 142 )

Mis ojos  , acostumbrados  nuevamente  a la difícil penumbra  , recorrieron la sala , tratando de distinguir  a   los allí enclaustrados y de adivinar su situación anímica  . Todo continuaba  más o menos  como yo lo había dejado . Quizá peor  . Simón el Zelote  , tumbado en su asiento y de cara a la pared . Parecía dormido  . Simón Pedro  , sentado junto a su hermano , con la cabeza descansando entre sus gruesas manos y cuchicheando sin cesar  . El resto , reclinado en los bancos rojizos  o dormitando sobre el entarimado . Dos de ellos  - el segundo gemelo y Mateo Leví - roncaban beatífica y rítmicamente. Me pareció la actitud más inteligente  . Santiago , el hermano de Juan , fue quizá quien más me preocupó en aquella primera ojeada . Había ido a sentarse  al fondo del salón , recostándose contra el muro . En un inabordable silencio , mataba el tiempo en un menester que hoy podría estremecer a los cristianos  pero que entonces  , dads las circunstancias  y su deplorable concepción de los sucesos  que padecían , no tenía nada de extraño . Mecánica y pacientemente hacía pasar la hoja  de su espada  sobre una piedra negruzca  que , probablemente  , contenía corindón granoso y que facilitaba el afilado del arma . Ahora sé que aquel silvante sonido - el único que rompía el cargado hambiente  junto a los ronquidos  y los cuchicheos de Pedro y Andrés  - era en verdad el mejor resumen de los pensamientos  de los allí presentes  . Sólo importaba la supervivencia.
Llevaba poco más de un cuarto de hora en la sala cuando , cansado quizá de soportar las lamentaciones  de su hermano , Andrés  - el que había sido jefe  de los apóstoles  - vino a sentarse ami lado  . Y sostubimos  una interesante  e ilustrativa conversación. Sobre todo para mí .
El sufrimiento de aquel pescador , como el de la mayoriá  de sus compañeros  , era digno de piedad . El galileo , solicito y agradecido  ante la oportunidadde poder descargar su angustia  y sus temores , fue respondiendo a mis preguntas . Ciertamente  habían discutido  la idea de huir de la ciudad . Pero su miedo al Sanedrín , no me cansaré  de insistir en ello , era total . Y por unanimidad dicidieron hacerlo durante la noche  . ¡ Era increible ! Conocían, por supuesto , los insistentes  rumores que rodaban por Jerusalén . Rumores contradictorios  , es cierto , pero que , en su mayoría coincidian en el posible y milagroso fenómeno de la vuelta ala vida de su añorado Maestro.
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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