Un estrecho sendero de inmaculados guijarros de río - blancos como los muros de la mansión - conducía al frontis de la casa . Siguiendo la moda de aquella época . Nicodemo había levantado su villa de acuerdo con el más puro estilo de las residencias romanas o domus . El atrium o parte semipública destacaba por su clara forma de tetrastilo , consistente en un desahogado patio cuadrangular , rodeado por columnas y sostenidas por un pilar en cada uno de los ángulos del citado patio . E el centro del enlosado , como había observado en la casa de Lázaro , se habría una cisterna rectangular en la que se recogía el agua de lluvia . Unas relucientes y semicirculares escalinatas de mármol blanco daban acceso a la morada propiamente dicha . Pero , en esta ocasión , no tube oportunidad de visitarla . Davis Zebedeo , el dueño del lugar y un nutrido grupo de personas - quizá treinta o treinta y cinco en total - dialogaban a la izquierda del tetrastilo , a la sombra de aquella zona de la columnata .
Por una vez había llegado a tiempo . Y allí fui testigo de otro suceso que , aunque anedoctico , resultó tan emocionante como nuevo .
Cuando nos aproximamos , varios de aquellos hebreos , jóvenes en su mayoría , cubiertos por los típicos mantos a rayas verticales azules y rojar , discutían al estilo judío : a grandes voces y gesticulando sin medida . Nicodemo , sentado en una silla de tijera , contemplaba la escena en silencio . Al verme llegar sonrió , levantando su mano izquierda en señal de amistad . Mi obligada presencia al pie de la cruz ma había valido la estima de muchos de aquellos fieles seguidores del maestro . Porque , conforme fui adentandome y comprendiendo el motivo de la polémica , deduje que todos los presentes eran eso : discípulos del rabí . David , en pie y a la izquierda del anfitrión , seguía las opiniones con atención pero con una sombra de tristeza y decepción en sus ojos grazos . Una veintena de hombres se hallaba sentada a los pies del Zebedeo , pendiente del menor movimiento o palabra del jefe de los emisarios . ¿ Serían aquellos los << correos >> convocados por el hermano de Juan y santiago .
Autor :J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Por una vez había llegado a tiempo . Y allí fui testigo de otro suceso que , aunque anedoctico , resultó tan emocionante como nuevo .
Cuando nos aproximamos , varios de aquellos hebreos , jóvenes en su mayoría , cubiertos por los típicos mantos a rayas verticales azules y rojar , discutían al estilo judío : a grandes voces y gesticulando sin medida . Nicodemo , sentado en una silla de tijera , contemplaba la escena en silencio . Al verme llegar sonrió , levantando su mano izquierda en señal de amistad . Mi obligada presencia al pie de la cruz ma había valido la estima de muchos de aquellos fieles seguidores del maestro . Porque , conforme fui adentandome y comprendiendo el motivo de la polémica , deduje que todos los presentes eran eso : discípulos del rabí . David , en pie y a la izquierda del anfitrión , seguía las opiniones con atención pero con una sombra de tristeza y decepción en sus ojos grazos . Una veintena de hombres se hallaba sentada a los pies del Zebedeo , pendiente del menor movimiento o palabra del jefe de los emisarios . ¿ Serían aquellos los << correos >> convocados por el hermano de Juan y santiago .
Autor :J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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