De buena gana me hubiera acercado a los numerosos corrilos de hebreos que fuimos encontrando conforme nos acercábamos a la muralla norte . Discutían , polemizaban y se comunicaban mutuamente las << últimas noticias >> sobre el sepulcro vacío del rabí de Galilea . El suceso , lógicamente , había terminado por filtrarse a la población y Jerusalén fue convirtiéndose en un increible mentidero , donde , incluso , se cruzaban apuestas sobre la suerte del crucificado . Era la comidilla del día . Y tan excitante e inevitable situación me alarmó . El sumo sacerdote y quienes habían maquinado para perder al Maestro no recibirían con agrado aquellos imparables rumores sobre la pretendida resurrección y la consiguiente magnificación del odiado galileo . Algo inventarían para anular tal movimiento ...
Crucé de puevo la puerta de los peces y , guiado por el muchacho , tomamos la ruta de Cesarea , hacia el oeste . La mansión de Nicodemo - mucho más lujosa que la de José - se asentaba a tres estadios de la ciudad ( unos 500 metros ), en lo más alto de las estribaciones del cerro del Gareb : a unos 778 metros sobre el nivel del mar y en lo que podríamos considerar como la zona privilegiada de los extramuros de Jerusalén . En dicho promontorio , situado entre las calzadas de Cesarea y Samaria , los judíos adinerados habían levantado sólidas y espaciosas villas - muchas de ellas siguiendo las tendencias arquitectónicas romanas y helenas -, a la sombra de corpulentos terebindos , encinas y cipreses . Quedé maravillado por la paz del lugar y por las soberbias edificaciones , que nada tenían que ver con las míseras casuchas de adobe y paja triturada de los dos grandes barrios de la ciudad santa .
El solícito y eficaz Juan marcos se detuvo al fin frente a uno de aquellos palacetes de dos plantas , perfectamente acordonado por un muro de piedra , rematado por un enrejado de casi dos metros de altura , y que aparecía semienterrado por una tupida red de enredaderas . Un amplio jardín de fina y mimada hierba se derramaba frente a la casa . A la derecha de la cancela de hierro divisé un pozo , sombreado por varias y altas encinas . Las había del tipo << velani >> , de unos quince metros de altura , y las casi eternas << de agallas >> , de menor corpulencia .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Crucé de puevo la puerta de los peces y , guiado por el muchacho , tomamos la ruta de Cesarea , hacia el oeste . La mansión de Nicodemo - mucho más lujosa que la de José - se asentaba a tres estadios de la ciudad ( unos 500 metros ), en lo más alto de las estribaciones del cerro del Gareb : a unos 778 metros sobre el nivel del mar y en lo que podríamos considerar como la zona privilegiada de los extramuros de Jerusalén . En dicho promontorio , situado entre las calzadas de Cesarea y Samaria , los judíos adinerados habían levantado sólidas y espaciosas villas - muchas de ellas siguiendo las tendencias arquitectónicas romanas y helenas -, a la sombra de corpulentos terebindos , encinas y cipreses . Quedé maravillado por la paz del lugar y por las soberbias edificaciones , que nada tenían que ver con las míseras casuchas de adobe y paja triturada de los dos grandes barrios de la ciudad santa .
El solícito y eficaz Juan marcos se detuvo al fin frente a uno de aquellos palacetes de dos plantas , perfectamente acordonado por un muro de piedra , rematado por un enrejado de casi dos metros de altura , y que aparecía semienterrado por una tupida red de enredaderas . Un amplio jardín de fina y mimada hierba se derramaba frente a la casa . A la derecha de la cancela de hierro divisé un pozo , sombreado por varias y altas encinas . Las había del tipo << velani >> , de unos quince metros de altura , y las casi eternas << de agallas >> , de menor corpulencia .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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