Pero mis pensamientos estaban ouestos en el piso superior y , con el pretexto de curiosear el guisado , me acerqué a María Marcos , interesandome por el estado de los íntimos de Jesús . La señora guardó su casi permanente sonrisa , resumiendo la situación con una palabra :
- ¡ Hundidos !
Y alzando sus ojos hacia la planta donde continuaban encerrados , me insinuó que podía comprobarlo por mi mismo .
El tufillo de las borboteantes lentejas , sabiamente condimentadas a base de cebolla y laurel , me distrajo momentaneamente . La mujer se dió cuenta y , curiosa , preguntó si tenía apetito . Reconocí que mucho , << apesar de haber almorzado - le mentí - tan fuerte y tan pemprano que sesenta corredores no habrían podido darme alcance >> . María sonrió , reconociendo el viejo adagio hebreo y , tras probar las humeantes lentejas en la punta de su cucharón de madera , llamó a uno de los sirvientes para que me acompañara hasta el piso superior .
Provisto de una concha marina en la que flotaba una especie de lamparilla de aceite , el fiel criado me precedió en el camino hacia el lugar donde se hallaban los diez . En aquellos instantes , el largo y triste sonido del sofar - en cuerno de macho cabrío - anunció el final del día . La luna de Nisán no tardaría en lucir en el sereno cielo de la Ciudad Santa .
En aquel momento no me pareció grave . Ahora se que debo contarlo . Ocurrió al subir las diez o quince escaleras de piedra que conducian al cenáculo . Fue cosas de segundos ....
De repente mi vista se nubló . Y creí perder la noción del tiempo y del espacio . Todo fue vertiginoso . Tuve que apoyarme en el muro e , instintivamente , practicar varias , rápidas y profundas inspiraciones . Sacudí la cabeza sin comprender . Un sudor frío empañó mis sienes , y al momento , la fugaz obnubilación cesó . ¿ Qué me había pasado ?
Repuesto del extraño vahído , me tranquilicé achacándolo a las casi diecisite horas de ininterrumpido ir y venir y a la ausencia de alimentos . Días después , en el tercer retorno al módulo , comprendería que aquella pasajera indisposición obedecía a razones más serias . Pero hablaré de ello en su momento.
El siervo golpeó tres veces con los nudillos . Y al poco , al otro lado de la puerta , se escuchó una voz :
- ¿ Quién va ?
- ¡ Un creyente ! - replicó el criado.
Autor J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
- ¡ Hundidos !
Y alzando sus ojos hacia la planta donde continuaban encerrados , me insinuó que podía comprobarlo por mi mismo .
El tufillo de las borboteantes lentejas , sabiamente condimentadas a base de cebolla y laurel , me distrajo momentaneamente . La mujer se dió cuenta y , curiosa , preguntó si tenía apetito . Reconocí que mucho , << apesar de haber almorzado - le mentí - tan fuerte y tan pemprano que sesenta corredores no habrían podido darme alcance >> . María sonrió , reconociendo el viejo adagio hebreo y , tras probar las humeantes lentejas en la punta de su cucharón de madera , llamó a uno de los sirvientes para que me acompañara hasta el piso superior .
Provisto de una concha marina en la que flotaba una especie de lamparilla de aceite , el fiel criado me precedió en el camino hacia el lugar donde se hallaban los diez . En aquellos instantes , el largo y triste sonido del sofar - en cuerno de macho cabrío - anunció el final del día . La luna de Nisán no tardaría en lucir en el sereno cielo de la Ciudad Santa .
En aquel momento no me pareció grave . Ahora se que debo contarlo . Ocurrió al subir las diez o quince escaleras de piedra que conducian al cenáculo . Fue cosas de segundos ....
De repente mi vista se nubló . Y creí perder la noción del tiempo y del espacio . Todo fue vertiginoso . Tuve que apoyarme en el muro e , instintivamente , practicar varias , rápidas y profundas inspiraciones . Sacudí la cabeza sin comprender . Un sudor frío empañó mis sienes , y al momento , la fugaz obnubilación cesó . ¿ Qué me había pasado ?
Repuesto del extraño vahído , me tranquilicé achacándolo a las casi diecisite horas de ininterrumpido ir y venir y a la ausencia de alimentos . Días después , en el tercer retorno al módulo , comprendería que aquella pasajera indisposición obedecía a razones más serias . Pero hablaré de ello en su momento.
El siervo golpeó tres veces con los nudillos . Y al poco , al otro lado de la puerta , se escuchó una voz :
- ¿ Quién va ?
- ¡ Un creyente ! - replicó el criado.
Autor J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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