lunes, 7 de septiembre de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 2 - 9 de abril , domingo ( 140 )

Pero mis pensamientos estaban ouestos en el piso superior  y , con el pretexto de curiosear el guisado , me acerqué a María Marcos  , interesandome por el estado de los íntimos de Jesús . La señora  guardó su casi permanente sonrisa , resumiendo la situación con una palabra :
- ¡ Hundidos !
Y alzando sus ojos  hacia la planta  donde continuaban encerrados , me insinuó que podía comprobarlo por mi  mismo .
El tufillo de las borboteantes  lentejas  , sabiamente  condimentadas a base de cebolla  y laurel , me distrajo momentaneamente  . La mujer se dió cuenta  y , curiosa  , preguntó si tenía apetito . Reconocí que mucho , << apesar de haber almorzado - le mentí - tan fuerte y tan pemprano  que sesenta corredores  no habrían podido darme alcance  >> . María sonrió , reconociendo el viejo  adagio hebreo y , tras probar las humeantes lentejas en la punta de su cucharón de madera  , llamó a uno de los sirvientes  para que me acompañara  hasta el piso superior .
Provisto de una concha marina  en la que flotaba una especie  de lamparilla de aceite  , el fiel criado  me precedió en el camino  hacia el lugar donde se hallaban los diez  . En aquellos instantes  , el largo y triste sonido del sofar - en cuerno de macho cabrío - anunció el final del día  . La luna de Nisán no tardaría en lucir en el sereno cielo de la Ciudad Santa .
En aquel momento no me pareció grave . Ahora se que debo contarlo . Ocurrió al subir las diez o quince escaleras de piedra que conducian  al cenáculo  . Fue cosas de segundos ....
De repente  mi vista se nubló  . Y creí perder la noción del tiempo y del espacio  . Todo fue vertiginoso  . Tuve que apoyarme  en el muro e , instintivamente , practicar varias  , rápidas y profundas inspiraciones  . Sacudí la cabeza  sin comprender . Un sudor frío empañó mis sienes  , y al momento , la fugaz obnubilación cesó . ¿ Qué me había pasado ?
Repuesto del extraño vahído , me tranquilicé achacándolo a las casi diecisite horas de ininterrumpido ir y venir  y a la ausencia de alimentos  . Días después  , en el tercer retorno al módulo , comprendería  que aquella pasajera  indisposición obedecía a razones más serias . Pero hablaré de ello en su momento.
El siervo golpeó tres veces  con los nudillos . Y al poco , al otro lado de la puerta , se escuchó una voz :
- ¿ Quién va ?
-  ¡ Un creyente ! - replicó el criado.
Autor J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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