domingo, 10 de enero de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario ( 92 )

Quizá fuera pronto para pronosticar , pero , a mi corto entender y parecer , el mal parecía remitir  . Ignoro  qué efectos  llegó a producir el brebaje  en el organismo del enfermo . De lo que si estpy seguro , como ya mencioné , es que el verdadero << salvador >> fue el Zebedeo ..
Y canturreando una serie de citas bíblicas , ayudándose con los dedos  , embadurnó la herida con el aceitoso y fragante producto .
Cubierta la mordedura y el edema  , el anciano , cuyo afecto por los hombres y la mujer era tan antiguo como la nieve de sus cabellos , captó la coqueta mirada  de la Señora  y , convirtiendo en pequeñas bolitas los restos  de la perfumada grasa , ofreció el plato a la madre del Maestro . Sus ojos chispearon  . Y decidida y alegre moldeó con ellas los cabellos de Natanael y , a continuación , su larga mata de pelo negro . Esta costumbre , muy de moda  en aquel tiempo , era compartida por hombres y mujeres , indistintamente . El portador , merced a la fragancia  de sus cabellos , hacía más agradable su entorno .
Al reparar en el Zebedeo y en mi mismo , la Señora se excusó , tendiéndonos  la escudilla  . Juan , víctima  de uno de sus frecuentes cambios  de carácter , se desentendió del gentil ofrecimiento . Respecto a mí , no supe que hacer , palpando la grasa con las yemas de los dedos . María , divertida , adivinó mi torpeza . y ordenando que me inclinara esparció y desmigó las bolitas entre mis cabellos  , frotándolos con ternura . Y mi profunda soledad se vio notablemente aliviada .
A las 18 horas y 22 minutos  , el ocaso , puntual , sumió a Caná  en una súbita oscuridad . Y el cielo , inquieto y amenazante  durante toda la jornada  , se habrió finalmente , precipitándose a tierra  en una mansa lluvia  . Y la marcha a Nazaret  quedó aplazada  . Bartolomé , más sereno , cayó en un profundo y reparador sueño . Meir se ausentó y , por espacio de una media hora  , ninguno de los tres y agotados peregrinos  intercambió palabra  alguna . El Zebedeo , rendido , terminó por acomodarse cerca del fogón , no tardando en dormirse . Y María y este explorador  , sentados uno a casa lado del enfermo , disfrutamos  del susurrante lamento de la lluvia  sobre las flores .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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